¿Que otra cosa es una decepción sino el final de un proceso que comenzó con una expectativa desmezurada que naturalmente no se concretó? me dijo con simpleza un reconocido terapeuta por cuyos consultorios supe pasar como paciente.
Ese concepto pudo aparecer como sospecha de muchos este jueves cuando a lo largo de la jornada se multiplicaban las demostraciones de afecto. alegría, entusiasmo y un profundo enamoramiento con la figura del nuevo presidente Mauricio Macri. Desde la noche anterior la Ciudad capital que gobernó durante ocho años le otorgó un crédito popular que horas después frente al Congreso y en la histórica Plaza de Mayo se renovaron multiplicados con miles y miles de ciudadanos que sin organizaciones de punteros, ni colectivos especiales, ni estruendosas alusiones a militancia alguna no dejaron de alentar al flamante presidente.
El mensaje ante la asamblea legislativa merece ser recordado por haber puesto como primer acento el aspecto social, contra los pronósticos de los agoreros que durante el último tiempo se encargaron de «adelantarnos» a los votantes «las porquerías» que haría este ingeniero en caso de llegar al gobierno. La necesidad de mejor calidad de vida para los mas humildes; el compromiso de llegar con mas y mejores servicios a todos; la lucha contra la pobreza estuvieron adelante de las medidas económicas, las inversiones y las negociaciones por la deuda, aunque todos sepamos que todas estas cosas finalmente están relacionadas. Pero también merece ser atendida la repetida afirmación de Macri a que « no somos infalibles y además llegamos con muchas ganas de hacer, por lo que seguramente nos equivocaremos mucho. Y entonces necesitaremos de la crítica, del alerta para corregir (…..) Tomo la frase del ex presidente Frondizi: Esto no lo arregla un iluminado ni un grupo de iluminados. Esto lo arreglamos todos respetando todos los disensos, pero respetando aún mas la vigencia de la ley….» afirmó.
Vale tener presente este mensaje para seguir de cerca la gestión de este dirigente sorprendente que en solo 12 años, armó un partido político nuevo, y en ese tiempo lleva ocho gobernando la capital del país y acaba de consagrarse presidente, además de ganar la provincia de Buenos Aires, renovar la capital y con aliados vencer en otras provincias. « Voy a seguir siendo el mismo de siempre. Escuchando a la gente….».
En una jornada casi mística que deja atrás largos años de gobierno donde el diálogo, la convivencia, el trato con el adversario no solo no existieron sino que fueron suficientes para recibir del ocupante del estado todo tipo de ataques, violaciones y virtuales linchamientos
Pero una cosa es la noche de la fiesta y otra los largos días laborales que siguen. Cuando la jarana queda atrás.
Porque mas allá del optimismo desplegado por el equipo de gobierno y una gran parte de la sociedad, incluídos sectores de la oposición, el país que recibe este gobierno no es el de las maravillas ni nada que se le parezca. Con un endeudamiento inédito (pese a que el gobierno saliente siga hablando del desendeudamiento que logró); con la inexistencia de reservas reales; con una política exterior que requerirá de mucho tiempo para volver a insertarnos en el mundo; con demandas judiciales internacionales sin antecedentes; con una sociedad dividida; con problemas muy serios de servicios básicos a la población, crecimiento ostensible del narcotráfico y la fuerte caída en la generación de fuentes de trabajo, no hace falta citar otros problemas para dejar en claro que hará falta mucha paciencia y comprensión para que la gestión que comienza no se convierta en el corto plazo en una decepción.
Pero además, siguiendo el consejo de aquél médico, para curarse en salud, es importante ser meticuloso hoy como sociedad en las expectativas que nos generemos. Cierto es que una cuota de optimismo se torna imprescindible para encarar tiempos difíciles y de grandes cambios. Pero sin excesos que se vuelvan desánimo al poco andar.
En definitiva si equilibrio deberá tener el gobierno para afrontar la alta responsabilidad de gobernar el país, la misma virtud debe-remos tener todos los argentinos para que el proceso que está naciendo pueda ser medido con un sereno espíritu crítico.
De lo contrario, la decepción está garantizada. Y los argentinos difícilmente estemos en condiciones de soportar una nueva crisis depresiva que nos conduzca inexorablemente al retorno de algunas minorías que están agazapadas hoy apostando como único objetivo a que tal fracaso triunfe.-
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