No son muchos los aspectos que hacen a la mejor calidad de vida de los ciudadanos que ha podido dar la democracia en estos mas de treinta años de su recuperación, como que no sea una mayor libertad para ejercer derechos básicos y la que hace a otros derechos, para los cuales existe la plena libertad de ejercicio, aunque no siempre la disponibilidad de los recursos y bienes para llevarlos a la práctica. En fin, de aquello de que con la democracia se come, se vive y se educa que proclamara el presidente Alfonsín a la realidad, la democracia mantiene algunas deudas básicas por cierto con la sociedad argentina.
Pero como contrapartida, ya sea por la vigencia democrática o por la propia evolución de la sociedad o por ambas cosas, hay comportamientos y actitudes que eran casi normales hace algunas décadas que, al menos en estas comarcas pequeñas del interior han pasado poco menos que al olvido.
Una de ellas tiene que ver con las jornadas electorales y el abordaje de la cuestión viene al caso ante la proximidad de las elecciones generales que se celebrarán el próximo 25 del corriente. Los memoriosos recuerdan lo que eran las horas previas y las del día del comicio en nuestro distrito en la década del ´80.- Desde aquellos clásicos cumpleaños que celebraban en mas de un partido político, siempre ligado a alguna de sus figuras relevantes y que generalmente se cumplía la noche anterior a los comicios y para lo cual alguna quinta o chacra resultaba el centro de atención para recibir a «los invitados» que iban llegando y que naturalmente ya no se iban hasta que sufragaran apenas abiertas las mesas a las 08 horas.- Lo relatado es la forma académica de relatar aquellas épocas: los jóvenes tal vez no sepan, que todo ese trámite estaba rodeado de un clima enrarecido que al atardecer del día previo ya se tornaba directamente peligroso y que no eran pocos los que denunciaban la «pérdida» del documento de identidad que generalmente aparecía en manos de algún candidato o puntero un rato antes de sufragar.- Si bien hay anécdotas casi cómicas, como las de aquellos punteros que alrededor de las tres de la mañana llegaron a una casa a buscar a la familia para llevarla temprano a desayunar a la sede partidaria y que empataron en la llegada con el auto de punteros de otro partido: tras un amague de riña y algunas amenazas, para ver quien se llevaba los pasajeros, hubo pacto y entonces llevate vos estos dos y yo me llevo
«la vieja y la hija» según relata la historia.
Pero no todo se limitaba a estas cuestiones hasta casi simpáticas en el contexto de comportamientos irregulares. No puede obviarse que en los centros importantes de votación, como lo es el de la escuela nº 1 o la Escuela Media con muchas mesas que prácticamente definen el resultado comicial, sus alrededores se plagaban de fiscales, punteros y apuradores que no dudaban en revisar la cartera de la señora o el bolsillo del caballero. Pero quedan también las tenebrosas madrugadas de patotas armadas, de copar determinado barrio, de ganar la calle, de cruzarse algunos disparos y de un manoseo a la ciudadanía que hoy convertido solo en anécdotas marcan una época que fue.
Pero esta columna no procura hacer solamente un relato memorizador. Ocurre que como una cascada, una ola de versiones y de voces de intramuros circula la versión de una jornada electoral próxima donde habría algunos grupos o sectores « que no están dispuestos a perder de ningún modo».- Claro que hace mucho tiempo perdimos la inocencia como para pretender que alguien se haga cargo de tamaña advertencia, ni tampoco estamos dotados de tanto desconocimiento como para creer que algunos de los máximos candidatos o las conducciones partidarias que compiten el próximo 25 están detrás de una maniobra tendiente a desnaturalizar la jornada democrática.
Pero que las voces existen, que nadie lo dude.
Porque lo que estamos señalando no es una cuestión menor y porque en este como en tantos casos, lo que vale es prevenir y curar en salud, mas que remediar a posteriori, del mismo modo que descontamos la complicidad de candidatos y autoridades de todas las fuerzas en una escalada de violencia, hacemos un llamado a la cordura y a la reflexión precisamente a esos candidatos y autoridades. Y no estaría mal que con anterioridad se manifiesten y no ahorren esfuerzos cada uno en su espacio y con sus seguidores para poner en cajón a los que se dicen sus seguidores. Así como afirmamos que ninguno de ellos es cómplice si algo así ocurre, ninguno dejará de ser responsable por lo que no pudo, no supo o no quiso evitar.
Y es bueno dejarlo sentado: nadie podrá luego decir que no pudo prevenir algún hecho de violencia generado desde sus propias filas, porque todos los que se presentan como aspirantes a gobernar todo un distrito, la primera prueba que deben dar y de modo contundente es que gobiernan su propio partido.
Y a los que por fuera de las estructuras o sin sus conocimientos, creen que la máxima expresión de democracia que es la jornada en la que el ciudadano elige a sus gobernantes, puede manejarse «a fierros» advertirle que al primero que le estará haciendo mucho daño es a quien dice apoyar. Será bueno decirles en nombre de una amplia mayoría silenciosa de votantes, que el rechazo que sienten por el uso de la fuerza es superior al que puedan sentir por cualquier candidato. Por lo tanto, si en la jornada electoral, alguien es puesto en evidencia intimidando, amenazando o concretando las mismas, no serán pocos los que desde ese momento y hasta el cierre de las urnas cambien su voto en favor de cualquier otro sector contrario al violento.
Claro que ojalá todo quede en versiones y voces de intramuro. Para que así sea, resulta oportuno que las máximas voces de todos los espacios se hagan oír de forma coincidente y sin titubeos en favor de una jornada a la altura del respeto que todos nos merecemos.
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