Esta argentina nuestra es muy proclive a generarnos dolor, angustia, tristeza, bronca e impotencia. Y no por meras razones étnicas, geográficas o históricas, sino porque en ella habitamos los millones que desde las posiciones mas diversas no hemos podido mas que empujarla a la desconsideración propia y ajena; al retroceso hasta en aquellas materias en las que supimos ser envidiados por gran parte del planeta. Al marginamiento en muchos casos por nuestras propias «vivezas» que nunca fueron mas que zonceras en el mejor de los casos.
Esta argentina que tanto amamos, nos golpea permanentemente cuando no podemos hacer con prolijidad y respeto siquiera una elección en una de las provincias mas pequeñas del territorio o cuando constatamos que el índice de pobreza de los mas pequeños afecta al menos al 40 % de ellos.
Y nos invade la angustia, aún a aquellos que por simpatías con gobiernos de turno, por convicciones generadas bajo el abrigo y el manipulo de poderosos resortes se muestran con un orgullo que dificilmente trascienda su epidermis.
Nos lastima que con una asiduidad vergonzante, se inunde la ciudad de Lujan y el agua se meta sin permiso alguno en la casa de nuestra virgen patrona, en un edificio que es patrimonio histórico nacional como la Basílica del lugar. Y nos sigue doliendo aquella «inundación» extraña de la ciudad de La Plata que dejó alrededor de 80 muertos y muchas preguntas que aún nadie responde.
Claro que eso y mucho mas lacera nuestras almas cotidianamente.
Y probablemente, el desborde del río Salado que afecta como jamás antes a esta cuenca, encuentre al poco de andar algunas causas que también sean del mismo género que las mencionadas. Seguramente.
Pero, pocas posibilidades tendríamos como sociedad de revertir este calamitoso panorama, si en medio de él no diferenciamos aquellas medidas, acciones y protagonistas que, pese a todo, «luchan y desangran» por situaciones y causas que parecieran desafiarlos y ponerlos a prueba hasta límites impensados.
Y en medio de tanto drama como el generado por el desborde del salado, la organización de asistencia oficial, paraoficial y voluntaria que se generó, viene a curar muchas de esas heridas que nos duelen.
Resultaría de una audacia temeraria y hasta de una maliciosidad tangible, ignorar en el abordaje periodístico de este meteoro histórico la magnitud del operativo de asistencia que funciona desde los primeros momentos en la zona mas afectada del distrito de General Paz.- El aporte realizado por organismos nacionales, provinciales y organizaciones no estatales como la Cruz Roja es por cierto digno del mas sincero reconocimiento.- Hombres de las Fuerzas Armadas como la Armada, Prefectura, Gendarmería. La Policía, Defensa Civil, Vialidad, Seguridad Vial, enviados de los ministerios de Desarrollo Social, Defensa, etc. han sido generosos en la prestación y en la calidad humana de sus intérpretes.-
A ellos se suman dirigentes intermedios (entre ellos muchos que militan en espacios políticos), entidades de bien público, docentes, comerciantes, funcionarios y los siempre solidarios anónimos que no renuncian nunca en estas circunstancias.
Pero a ello hay que agregarle un elemento sin el cual, los mayores esfuerzos suelen dispersarse, perderse o al menos no cumplir sus mejores prestaciones.
Organización. Disponer de una coordinación acorde a las circunstancias resulta imperativo si se pretende que todos los medios y todo el esfuerzo redunde en beneficio del objetivo dispuesto. En tal sentido, fuera de los parámetros mas o menos habituales para esta columna, surge esta temeraria decisión editorial de dedicarle un párrafo muy especial al secretario general de gobierno del municipio en su rol de coordinador del operativo de asistencia a los afectados por la inundación.-
Atento y previsor, supo adelantarse a la llegada de las aguas y el fin de semana del sábado 15 y do-mingo 16, se puso al frente de un operativo de evacuación de bienes y personas que solo por esa pre-visión, evitó daños y pérdidas mucho mayores. Y desde entonces, asumió la pesada carga de decidir en las mas urgentes situaciones, de dialogar con delegaciones de las mas variadas improntas, escuchar a los mas exaltados e imponer criterios en base a convencer.
Muchas son las jornadas que lleva en el teatro de operaciones. «Siento que es mi obligación y lo que debo hacer» nos dice con naturalidad. Y tal vez, no sea mucho mas que eso.
Pero también, nada menos que eso.-
Asumir sus obligaciones casi con la alegría de saber que está cumpliendo con ese deber. Ponerle el es-fuerzo que a veces cruza los límites de la resistencia, asumir los riesgos de las decisiones que hay que tomar en contextos nada fáciles.
Para seguramente, con el alejamiento de las aguas y el « penoso retorno de la gente a sus hogares», encontrar finalmente el tiempo y el lugar para el merecido y reparador descanso.
Lejos de considerar que este funcionario de nombre Juan Manuel Alvarez, es el único que ha dado todo de sí, convencidos de la larga nómina que en la medida de sus posibilidades y facultades han hecho cosas similares, que sirva este funcionario de ejemplo y de guía para quienes tienen responsabilidades de cual-quier tipo en una sociedad y para quienes (sobre todo a poco de elecciones generales) aspiran a tenerlas.
Tal vez no sea mas que pedirles que den por el compromiso que asumen todo lo que esté a su alcance. Nada mas que eso.
Pero vale repetirlo: Nada menos que eso. Que en esta argentina que tanto nos duele, nos hace muy bien comprobar que aún, por esta gente, no todo está perdido.
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