En su poema más conocido, “Setenta balcones y ninguna flor”, Baldomero Fernández Moreno pinta primero la opacidad del edificio carente de flores para preguntar luego “a sus habitantes, señor, ¿qué les pasa?
Salvando las distancias con el poeta que vivió en Chascomús donde descansan sus restos, la figura sirve para analizar la política actual y preguntar, como Baldomero, a los peronistas, señor, ¿qué les pasa?
La Presidenta pareció llamarse a silencio durante la inundación que aún sufrimos pero en realidad, a la luz de lo que fue su cadena oficial número 32, (la 33 fue ayer y va camino del record), en verdad paró para tomar impulso.
No otra cosa indica el tono y el contenido de sus palabras, cargadas de rencor, odio y soberbia.
Este País tiene una larga historia de enfrentamientos que deberían hacernos pensar sobre las consecuencias de los caprichos y las veleidades dinásticas que luce la Presidenta.
El Peronismo fue un movimiento político que marcó a fuego la realidad Argentina.
Seguramente todos tenemos entre nuestros amigos, nuestros parientes y nuestros vecinos alguien enrolado sanamente en sus filas.
El tema es procurar que la identidad política distinta no nos saque de la sana convivencia.
Ya no es tiempo del “aluvión zoológico” del diputado radical Ernesto Sanmartino ni del “cinco por uno” del mismísimo General.
El tiempo debería moldear los filos de las relaciones sociales para que todos entráramos en la discusión levantada, la diversidad que enriquece y la vida en paz y tranquilidad.
Lamentablemente no andamos en esa dirección por la sencilla razón de que nada queda del Peronismo original.
Hasta la marcha ya no se canta y parece que se ha cumplido la orden del Jefe de Gabinete y candidato a Gobernador Aníbal Fernández que, con su habitual ordinariez, les indicó que hacer con ella.
La organización rentada “la Cámpora” ha desplazado al Partido y se ha adueñado de los resortes que generosamente alimenta el Estado.
Jóvenes y no tanto se han constituido así en la vanguardia iluminada que solo sabe repartir peces pero jamás intentará enseñar a pescar.
Con ese auditorio adolescente, entusiasta y poco analista, la Señora se siente reina.
Dice mentiras, desgrana vulgaridades de dudoso gusto y mueve sus caderas al son de la batucada.
En primera fila, para que lo entienda bien, lo sienta a Scioli, el hijo de probeta producto de su infertilidad para concebir un candidato propio.
El motonauta se sabe y se siente rodeado, controlado y sometido.
Por las dudas, una lectura de la lista de candidatos a diputados y senadores garantiza la custodia.
En ese marco, la Presidenta acusa a la oposición por la muerte de un joven radical en Jujuy mostrando su ficha de afiliación al grupo de Milagro Sala.
Esta mujer ha constituido un Estado paralelo financiado por la Nación y la afiliación es obligatoria para quien quiera concurrir a una escuela pública de las que domina la milagrosa Milagro.
El joven asesinado por su tropa militaba en el Radicalismo y por eso lo mataron.
La Milagros Sala no deja de mostrar milagros.
Veranea en el Conrad, en Punta del Este, – ¿qué tal? – y fue incluida por la Presidenta en la lista de candidatos a diputados del Parlasur.
No nos asustemos si en poco tiempo la tenemos de vecina de Boudou en Puerto Madero.
En la misma aparición la Jefa de Estado muestra una planilla de confección artificial a modo de respuesta a una nota del periodista Hugo Alconada Mon en “La Nación” que informa la millonada de pesos adjudicada por el estado al que fuera un humilde empleado del Banco de Santa Cruz y es ahora un empresario poderosísimo, Lázaro Báez, el que alquila pero no ocupa los hoteles de la familia.
Mientras el discurso fluye, los de adelante aplauden y los de atrás gritan.
Escuchar, no escucha ninguno.
Por eso la pregunta del título.
No hay dudas que los peronistas de Perón y Evita sentirán que están siendo desplazados por “la Cámpora”.
El tema es que no son solo ellos los desplazados.
A la República le está pasando lo mismo.
Por eso la necesidad de pensar seriamente adónde vamos y cómo podemos evitarlo.
Las opciones no son tantas.
Una se muestra a cara descubierta.
Otra luce maquillaje que no alcanza para disimular la misma pertenencia abandonada por pura especulación hace muy poco.
Si se toma conciencia de estos peligros, será posible redefinir el escenario electoral y, sin perder nadie su propia identidad, comprender que el enfrentamiento no es esta vez entre Partidos Políticos prácticamente desaparecidos, sino entre el sistema republicano y el populismo, la corrupción y el sometimiento.
Un acuerdo sobre ideas centrales nos permitirá recuperar el lujo de convivir con coincidencias y discrepancias que no pongan en peligro que se repitan tiempos violentos que los mayores conocimos y los jóvenes sólo saben por fantasías malintencionadas que les cuentan.