Chascomús, 19 de abril de 2015
“Marciano”:
La carta abierta del brillante periodista Alfredo Leuco al Papa me inspiró a usar este recurso.
No soy Leuco ni vos SOS Papa, pero me pareció una forma adecuada de exponer ideas.
Te conocí naranjo cuando yo también era naranjo, hace algo más de 50 años.
EL Gobierno de Don Arturo Illia nos atrajo y su derrocamiento por la dictadura de Onganía potenció nuestra pertenencia y compromiso con la Juventud Radical.
Me parecen vivas las reuniones de todos los martes en ese departamentito en calle San José 189, al fondo del pasillo, donde concurríamos con Raúl Alfonsín a elaborar algunas estrategias mínimas de lucha y supervivencia partidaria.
También me acuerdo que finalizada cada reunión íbamos hasta la esquina de San José y Venezuela a un viejo bodegón, el “Covadonga”, a comer algo antes de emprender el regreso a nuestros lugares.
Te veo sistemáticamente pidiendo la cuenta de la mesa, que nunca reunió menos de 15 y no más de 25 comensales, para hacer la cuenta para cobrarle a cada uno siempre redondeada sospecho que hacia arriba.
Eran tiempos de estrechez económica y para mí y para otros la Política era una vocación que ocupaba las horas libres del trabajo.
Yo hacía Política, pero trabajaba.
En noviembre de 1968 estuve en Laguna Setúbal, Santa Fe, donde fundamos la Coordinadora.
Vos ya no estabas, porque siempre procuraste usar tus días enteros para trabar relaciones más dedicadas a los contactos con las estructuras que a la actitud joven de luchar por los ideales.
El paso de los años nos trajo la recompensa espiritual de vivir el triunfo del Radicalismo en octubre de 1983 de la mano de Alfonsín.
El Partido vivió como supo y pudo esa situación de privilegio no exenta de confrontaciones internas.
Siempre estuvimos vos y yo del otro lado.
Algunos fuimos convocados a ejercer cargos en el Poder Ejecutivo de la Provincia y luego fuimos parte de los Cuerpos Legislativos.
Por alguna causa de tu preferencia o de decisión de Alfonsín o Armendáriz nunca te tocó un cargo de responsabilidad ejecutiva.
Lo tuyo fue la Legislatura y en función de una persistencia militante digna de mejor causa, el ejercicio de una forma de comisariato político.
La Unión Cívica Radical que nos atrajo hace más de medio silo es, a mi criterio, un recuerdo brillante e inolvidable.
Tengo escrito en “la Caída del Radicalismo”, Editorial Corregidor, 1995, que el Pacto de Olivos sería el principio del fin.
Los intentos de recuperación fueron vanos.
Uno de ellos te tuvo por protagonista.
Suele ocurrir que los candidatos desconocidos por la gente no logran respaldo popular.
Vos, como candidato a Presidente de la República en 2003 sacaste el 2,32 % de los votos en todo el País y el 1,1 % en nuestra Provincia de buenos Aires en lo que fue la peor performance electoral del Partido en toda su Historia.
Lo peor es que la gente no te votó porque no te conocía sino, por el contrario, porque te tenía más que visto y oído.
Tu última “marcianidad” supera lo imaginable.
Un Partido Político no es un cuerpo estanco y por ello su doctrina, su organización y sus valores pueden y necesitan cambios.
Pero hay límites éticos y morales que no pueden transgredirse.
Tenés toda libertad para hacerte kirchnerista y sumarte a este Gobierno corrupto, populista y autoritario.
Podés decir, como has dicho sin ponerte colorado, que “hemos conformado el bloque propio en la Cámara de Diputados”.
Debiste aclarar que ese bloque lo integra sólo el Petizo Santín, uno de esos “asalariados políticos” que fuiste enredando a lo largo del tiempo.
Sería bueno que no manosees más de lo que ya está al viejo Radicalismo.
Seríade buena gente respetar su Historia., sus luchas, sus aciertos y sus errores.
No importa que te enamores de la Presidenta.
El amor es ciego.
Pero no lo hagas en nombre de ese engendro que has llamado “Radicalismo popular”.
En 1880 Leandro Alem, (¿lo tenés?), cerró su célebre debate oponiéndose a la capitalización de Buenos Aires sabiendo el resultado adverso a su posición con estas palabras: “yo he hablado para todos, menos para esta Cámara”.
Salvando las distancias, te digo que yo he escrito esta carta para todos, menos para vos.
Héctor Ricardo Olivera