Genera estupor por estos días observar las circunstancias que afectan a importantes zonas del país. Tanto por la magnitud y las consecuencias de las mismas, como por la contradicción que encierran.
Incendios de características inéditas hace semanas que arrasan con todo lo que se cruza, a lo largo y lo ancho de miles y miles de hectáreas en la provincia de Chubut, haciendo estéril todo esfuerzo humano y dejando librado a la propia naturaleza la extinción de los mismos. En ese contexto, el fuego también casi arrasa una de las ciudades mas emblemáticas de la Patagonia como Bariloche, salvada por poco de las llamas por el desesperado esfuerzo de todos sus vecinos. Y no han sido las únicas zonas presa del fuego en el territorio.
Mientras tanto y al mismo tiempo, extensiones tan grandes o aún mayores, son arrasadas por las aguas provenientes de las inundaciones en Córdoba, San Luis y Santa Fé sin que aún pueda afirmarse que la normalidad esperada esté cerca.
Por cierto que quienes seguimos las imágenes televisivas de lo que ocurre en las zonas citadas y vemos como las calles de muchas ciudades se convierten en verdaderos ríos de cauce torrencial, mientras se vuelven inútiles los esfuerzos por conseguir mas agua para apagar el fuego en otras provincias vecinas nos separa del sano juicio.
Nos deja absortos. Nos llena de preguntas sin respuestas.-
Parece un capricho del destino. Pero el fuego por un lado y el agua por otro, parecieran querer llevarse puesto al país todo.
Y en medio de esas imágenes, aparece en la superficie temática de la Argentina de hoy, comienzo de un año que someterá a la sociedad toda al debate político/electoral, sin posibilidad de poder abstraerse, el cruce de posturas, campañas, operaciones, acusaciones, descalificaciones y cuanto agravio le aparezca en la verba a cada dirigente para referirse al que pertenece a otro partido u espacio o piensa diferente en uno o algunos temas.
La dirigencia política criolla toda – cuesta mucho mencionar una excepción – hace tiempo que está arrasando con la sensatez y el equilibrio que requiere cualquier país que pretenda mantenerse como tal.- Poco o nada puede decir para rebatir esta acusación el mismísimo gobierno nacional y sus integrantes. Pero mas allá de simpatías, no es diferente lo que pasa con el amplio espectro de la llamada oposición.
Ya no hay espacio para ninguna reflexión sensata que otorgue al «otro» la posibilidad de «bajar un cambio».
De canjear un reconocimiento al otro, para pretender un mérito propio.
La Argentina de las ideas, de la política que es, nada mas y nada menos, que la herramienta para gobernar vida y bienes de todos los argentinos se ha convertido, tan naturalmente como la naturaleza, en fuego y agua que en lugar de servirse uno al otro, como podría ser uno apagando al otro cuando se sale de marras, como al otro calentando al líquido elemento para ponerlo al servicio de la gente.
Unos ponen fuego en sus palabras. Y no dejan nada a salvo a su alrededor. Los otros, rebalsan de agua. Pero no para apagar el incendio sino para inundar al resto y dañarlos de similar manera.
La política argentina, como nuestro mapa geográfico cada día muestra mas argentinos en emergencia.
Al incendio de unos le corresponde una inundación de los otros. Y viceversa.
Y como estos fenómenos meteorológicos, tampoco se observa que estos comportamientos encuentren bomberos o defensas civiles que los extingan.
Cabe rezar. Y esperar que el milagro de este proceso en su final, encuentre en las urnas, pero sobre todo en una actitud firme y con-tundente de la ciudadanía, los extintores para que apaguen a una dirigencia, que tiene la enorme responsabilidad de decidir nuestra vida actual y futura.
Pero que no puede seguir, en nombre de sus mezquinas pretensiones y vanidades, dividiendo al país con antagonismos tan extremos como el agua y el fuego.
Que puestos al servicio unos de otros, seguro que mucho podrían aportar al bienestar general. Porque todos hacen falta para el equilibrio natural de la sociedad.
Pero que así como lo ejercen desde hace ya un largo tiempo en el país, harán de todos nosotros, algo parecido a Chubut o a Córdoba.
Y poco importará que uno acuse al otro de lo que hace con el fuego y el otro le responda acusándolo por su agua.
Incendiados o ahogados, así los argentinos no podremos salvarnos.
Historias relacionadas
25 de abril de 2024
25 de abril de 2024