El Gobierno está desesperado promoviendo un golpe que le permita vestirse de mártir para así evitar rendir cuentas.
Una marcha en memoria de Nisman y reclamando Justicia es, por ello, un movimiento destituyente organizado por golpistas, narcotraficantes y “gorilas”.
Cuatro personas reunidas en una esquina cualquiera lo mismo.
En su desesperación creen en la profecía autocumplida y por eso viven viendo fantasías alucinógenas.
En verdad, el único e inevitable golpe posible es el que darán contra el piso producto de su ineptitud, su soberbia y su corrupción genética.
Hoy la Argentina es un pobre País que tiene a su Presidenta acusada del delito de encubrimiento, a su Vice procesado por coimero, un Fiscal Federal muerto por investigar al Poder, un misil antitanque y 20.0000 balas calibre 9 mm. robados en dependencias del ejército, toda la familia presidencial sospechada de turbios manejos hoteleros y una Jefa de Estado callada ante la muerte de un funcionario judicial y ante una catástrofe natural con 8 muertos en Córdoba.
Pese a la gravedad de la lista, no hay golpe, porque sencillamente no hay golpistas.
Lo que parece que sí hay es Justicia con ganas de actuar.
La Justicia no es golpista. Al menos para la gente decente.
Mientras, ocurren cosas que sí tienen la gravedad de un golpe institucional.
Tal es el caso de la repetición del no comienzo de las clases en nuestra Provincia por huelga docente.
Cabe preguntarse entonces si el responsable de la prestación del servicio, el Gobernador Scioli, está en condiciones de ser Presidente de la república si año tras año no es capaz de garantizar que las puertas de las escuelas estarán abiertas el primer día de clase.
Las negociaciones con los sindicatos están trabadas y salvo que se esté preparando una paparruchada demagógica que haga aparecer al Gobernador mañana o pasado disfrazado de Papá Noel con el trineo color naranja cargado de billetes, no parece probable que el lunes que viene comiencen las clases.
Más aún, si así fuera y comenzaran, la deuda seguirá impaga, porque pese a los anuncios de diciembre, la Educación, que debería ser el tema en discusión, no ha sido abordada.
Como siempre, todo se reduce a una operatoria de oferta y demanda de pesos que no está mal, pero deja para nunca el abordaje de las reformas imprescindibles para que los chicos aprendan.
Los datos son contundentes.
La mitad de los chicos de 15 años no van a la escuela.
De la otra mitad, la mitad no comprende lo que leen.
Quiere decir que de cada 4, sólo uno está medianamente preparado para enfrentar la vida con expectativas de progreso.
Esto es un golpe educativo.
Esto es la muestra más clara de la falta de intención de cambio por más progresistas que se autodefinan.
Los que no se ocupan de dotar a sus jóvenes de elementos para ingresar a la sociedad del conocimiento son absolutamente conservadores más allá de sus discursos, sus consignas, su “fe y optimismo”, (Scioli) y su “a ver”, (Massa.
Sólo la Ciudad Autónoma de Buenos Aires puede hablar con autoridad sobre el tema.
Allí han logrado anular las huelgas docentes, pese a tener que lidiar con 17 sindicatos altamente politizados, y han producido el hecho inédito de que la matrícula de la escuela pública crezca en detrimento de la de las escuelas privadas.
En este sentido, hay que admitir que la sociedad vuelve a ser víctima de un golpe educativo que no hace otra cosa que comprometer el futuro con la idea no desmentida por los hechos, de que los populismos planifican la debilidad intelectual como una forma perversa de asegurarse su permanencia.
A favor de la gente, ya hay un exquisito perfume a urnas…
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27 de marzo de 2024