Esta columna de opinión que publico semanalmente en este medio así como otra que aparece en un semanario colega son un placer que me permite mantener mi interés por la política y analizarla según mi punto de vista.
Las repercusiones, (que afortunadamente las hay), son una forma de mantener activas las neuronas y compartir coincidencias y diferencias como entiendo debe ser la vida civilizada en una sociedad democrática.
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo generan entre nosotros un clima especial de cordialidad, distención y esperanza.
Aparecen las manos tendidas, el abrazo de amistad, el beso y la sonrisa, la mesa familiar que conforman un cuadro que se repite de manera saludablemente espontánea.
No me gusta escribir sin opinar.
No lo haría bajo ninguna circunstancia.
Para mantenerme fiel a mi forma de ser y a la misma vez evitar manchar este manto blanco de esperanza y buenos deseos que nos cubre para las Fiestas, he decidido darme y darles un descanso hasta que terminemos el almanaque 2014.
Sobran temas, y por lo que se intuye, sobrarán día tras día.
Pero entiendo que por aprecio con los lectores vale la pena tomar un recreo y esperar que baje la espuma del champagne y volvamos a la realidad de todos los días.
Repito que no me gusta escribir acríticamente.
Reitero que opinar sobre esta triste y dolorosa realidad argentina sería ensuciar el ánimo de celebración que a todos nos involucra.
Ya habrá tiempo y temas de sobra.
Me resulta más espontáneo decirles a todos ¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!
Un abrazo.
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