Aprobaremos nuevos derechos para la educación……» «De esta forma los ciudadanos tendrán mas derechos sociales…..» « y así le reconocemos nuevos derechos a los niños……» «……y nuevos derechos para los abuelos…..» « derechos que quedan consagrados para los padres…..» y mas y mas derechos para todos…..y todas.-
No debe hacer falta mucha explicación para que entiendan los lectores que estamos reflejando lo que «dicen hacer los gobiernos» de muchos años a esta parte en la Argentina. Distribuir derechos de todo tipo a todos sin que se paren los anuncios ni se agote la imaginación. Cuesta encontrar algún derecho que no se haya escrito, votado, anunciado y celebrado y que no alcance a algún ciudadano, salvo contadas excepciones.
Ahora bien: luego de largas décadas de mas derechos a la educación, lo que tenemos es menos educación.- De tantos años llenos de anuncios de derecho a la salud, lo que resulta es evidente: mucho menos atención a la salud. De tanto escribirle derechos a los niños, lo que ocurre en la Argentina es que se ha terminado con la infancia. Y de tanto derecho a la vivienda, cada vez hay mas ciudadanos viviendo hacinados o en una plaza.
Y así podríamos seguir llenando páginas de esta edición.
Por el contrario, pese a la contundencia de nuestra carta magna que habla casi con igualdad de espacios y criterios de DERECHOS y OBLIGACIONES
(deberes), lo que no recuerdan nuestros oídos, son gobernantes que anuncien con fuerza y convicción la vigencia de los deberes ciudadanos, el contralor de su cumplimiento y la proclamación de nuevas obligaciones.
¿ Cómo creer que es viable una sociedad en la que sus gobernantes solamente se dedican a concederle derechos nuevos a sus habitantes ?.
Las sociedades comienzan a ser sólidas, cuando quienes la conforman cumplen con sus obligaciones casi a rajatablas. Es ese cumplimiento de los compromisos que nos exige vivir en comunidad el que hace crecer y mejorar las posibilidades del común, para que después, en la medida de lo posible y mereciéndolo, el individuo pueda recibir alguna mejora en forma de derecho.
Pero como resultado de lo primero. Es el acatamiento a las normas que nos imponen conductas el que alimenta los derechos. O para decirlo de otro modo: sin individuos esclavos de sus obligaciones son una quimera los derechos que se pretenden establecer.
¿ Cómo cumplir con los créditos que el ciudadano tiene en relación a los servicios que debe financiar el estado si primero ese estado no hace cumplir las obligaciones que tienen los ciudadanos de tributar sus impuestos?Es obvio que primero hay que recaudar para después erogar.
¿ Y cómo atender los derechos de los jubilados a sus haberes mínimos, si nadie atiende la obligación de aportar ?.
La incapacidad de poner mayor acento en nuestras obligaciones que en nuestros derechos reales y supuestos, se llama demagogia y esa es una característica que identifica a toda nuestra dirigencia política desde hace mucho, pero mucho tiempo.
Ni siquiera la evidencia de lo vacuo de sus anuncios sobre tantos derechos, los que a la hora de verse traducidos en cosa concreta se tornan solo una nueva decepción, los ha llevado a menguar en su grosera actitud.
Todo lo que se legisla o modifica en esta argentina se hace en nombre « de darle mas derechos y garantía a la gente».-
Y todos, terminan siendo en realidad exactamente lo contrario.
Vale preguntarse, por lo tanto: ¿ No habrá llegado la hora de ver en acción a algún candidato que venga a hablarnos de su convicción de actuar con toda energía en el contralor y el cumplimiento de nuestros ineludibles deberes ?. Desde circular por la vía pública atendiendo las normas – para poder seguir circulando y no para ser receptor de una multa -, hasta la concepción de que primero vale pensar en lo que podemos hacer por nuestro país que en aquello que el país puede hacer por cada uno de nosotros.
El comportamiento individual en una sociedad es un almácigo donde nacen los plantines que alimenta a la comunidad toda. Y es ese almácigo el que la demagogia criolla dejó de regar hace muchìsimos años, en nombre de una presencia estatal pura generosidad y asistencia que reemplaza hasta el mínimo esfuerzo que cada uno debe realizar « para producir al menos lo que consume».
Lejos de corregirse, este mal generó metástasis en el organismo social de la nación en los últimos años y este gobierno sigue haciendo méritos para ser abanderado de esta causa. Si lográramos recuperar un poco de equilibrio emocional y raciocinio, ver que la Argentina debe disponer de un estado que
«vende carne para todos» con algún camioncito andando como los viejos carros de turcos por ciertos pueblitos, y hacer mas comedores que aulas en las escuelas para alimentar a nuestros chicos, mientras se atiende el derecho de todos a ver el fútbol y el boxeo y el automovilismo por TV. Y los tantísimos «derechos» que nos regalan día a día, comprenderíamos que estamos ante una ficción de vida que impone que nos despertemos rápidamente.
Y despertarnos no es cambiar de gobernante. ES CAMBIAR DE MODO DE VIDA.
Y EXIGIR CAMBIOS DE GOBIERNOS PARA ENTERRAR DEFINITIVAMENTE LA DEMAGOGIA DE DARNOS TANTO. PARA NO PODER DARNOS YA NADA.
Es posible que cuando nada se pueda dar por parte del estado ( para lo que falta muy poquito) y ni salud, ni seguridad, ni justicia, ni educación sean en la práctica un derecho real, llegue quien llegue se dé cuenta que es el momento de reintaurar las obligaciones de cada uno. Y actúe de modo tal de controlar debidamente que cada uno cumpla con su cada cual.
En la hora que llegue quien se ocupe del deber de cada y lo haga cumplir. Y así lenta pero inexorablemente aparecerán nuestros derechos colectivos.
Pero no en forma de discurso por cadena nacional o leyes escritas solo para gastar tinta.
Ese día, los derechos comenzarán a ser una posibilidad real. Pero solo ese día. Cuando el almácigo vuelva a lucir tupido de pequeños plantines para trasplantar a la cosecha de todos-.
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