Mal que nos pese, la desmesura nos ha atrapado con sus garras de alucinación.
Solo así puede entenderse que en los sobres que los jubilados nacionales reciben en sus domicilios con la liquidación de su tarjeta de crédito Nativa vengan incluidos dos prospectos de ofertas verdaderamente insólitas.
En lujoso papel ilustración, los abuelos tienen acceso a dos folletos que publicitan los programas oficiales “PRO.CRE.AUTO” y “PLAN MI MOTO” que anunciara la Presidenta en una de sus reiteradas cadenas nacionales.
El de autos promueve créditos blandos en el Banco Nación para financiar hasta el 90 % de $ 120.000,00 pesos para la compra de unidades cero kilómetro de industria nacional.
El de motos ofrece hasta $ 15.000,00 para la adquisición de una moto nacional.
Hay en el País algo más de 5 millones de jubilados nacionales de los cuales el 70 % cobran la mínima, que es hoy de $ 2.757,00.
La maniobra que alguien imagina como una vía de propaganda oficial es, en realidad, una absoluta falta de respeto para con los abuelos.
Cuesta creer que alguien dé la orden de incluir en el sobre de la tarjeta Nativa esas publicaciones de papel brillante y elegante diseño.
No es, lamentablemente, una rareza ni una excepción.
Es una cuenta más en el collar del descalabro mental que se ah apoderado de los equipos técnicos y políticos de un gobierno en fuga.
Como tantos anuncios la iniciativa no movió las agujas de la venta de automóviles y motos que, como es sabido, vive una situación tan grave como el resto de la actividad económica.
En el Banco Nación Sucursal Chascomús, (más de 38.000 habitantes), hasta el 14 de este mes se presentaron 33 solicitudes, con 16 acordadas y 7 pre acordadas.
Suspensiones, despidos, retiros anticipados y otras prácticas por el estilo son la evidencia de que si no hay seriedad no hay recuperación.
No ha de servirle a los abuelos para quitarles el sentimiento de agravio, pero a modo de paliativo se puede decir que no es ésta la única muestra del descontrol y la ineficacia.
Hemos entrado en un tirabuzón que nos absorbe como un remolino en el río.
La fuga del dólar, el aumento del gasto público improductivo, la inflación desbordada, la tensión social son, así, un camino tristemente real.
Los capítulos diarios de la novela gubernamental que tienen por protagonista a Capitanich, igual a las que hacía el recordado Corach en la puerta de su casa, nos dicen que son lo mismo, aunque pretendan imaginarse distintos.
A modo de frutilla del postre, en su último discurso la Presidenta dijo que si quieren ver un País de rodillas, tendrán que esperar otro Gobierno.
Lo mismo dijo de la devaluación, y más que una negativa fue un anuncio de lo que ocurrió en enero.
“A mi izquierda, está la pared”, completó.
Eso no se puede decir viviendo en Puerto Madero y con los números oficiales que muestran sus declaraciones de bienes logrados en cargos públicos desde hace 30 años y sabiendo que no es el Estado el pagador de los mejores sueldos.
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