La inauguración del 132° período legislativo de ayer en el recinto de la Cámara de Diputados no mostró nada nuevo, excepción hecha de las nuevas caras de los legisladores surgidos en las elecciones de octubre pasado.
El escenario, el entorno en la calle y, sobre todo, el discurso de la Presidenta ratificaron el distanciamiento de las palabras con la realidad de todos los días.
Seguirlo en su totalidad fue otra vez una tortura a la que uno se somete voluntariamente sólo para cumplir con la obligación de decir lo que fue y no lo que le contaron.
La pobre Argentina fue otra vez vapuleada por un relato que si fuera cierto en un porcentaje mínimo nos trasladaría casi a las puertas del paraíso.
Ni los chistes, si lo fueran, alcanzaron esta vez para distender el ánimo y tomar fuerzas para no darse por vencido frente al televisor.
Quizás lo único destacable sea la imaginación de los redactores para sumar records del mundo y de nuestra Historia a la lista interminable de párrafos del relato.
Todo, absolutamente todo lo que nos pasa, es lo más grande y lo que jamás ocurrió desde el 25 de mayo de 1810.
Nada serio se dijo de las cosas que seriamente duelen en la casa de los argentinos.
Como la lógica oficial suscribe la teoría de que lo que no se nombra no existe, las palabras inflación, inseguridad o ajuste no vibraron en las cuerdas vocales de la Presidenta.
Hubo sí elogios para el “chiquito pero cumplidor” Axel Kicillof que dijo que los españoles de REPSOL deberían pagarnos a nosotros por el daño ambiental y resulta que ahora ya firmamos un pagaré por 5.000 millones de dólares que arrimará a 9.000millones con los intereses.
Además, la deuda quedará para los gobiernos que vengan.
El agotamiento del entusiasmo de los”pibes” ya es notable, tanto adentro como afuera del recinto.
Cuánto más serio hubiera sido que la Presidenta de la República dijera sin eufemismos que lamenta que su Gobierno no haya sido capaz de disponer que los alumnos tengan clases a partir de la fecha prevista.
Sería un gesto de humildad y realismo, que vale mucho más que casi tres horas de números enredados.
La gente está cansada y no necesita recomendaciones.
Instintivamente ha hecho lo que reseña el Canto XII de la Odisea.
Advertido por la ReinaCirce de lo peligroso que era el canto de las sirenas, Ulises ordenó taponar con cera los oídos de sus remeros y él se ató al mástil de la nave.
Fue así que pudo superar la prueba y no dejarse seducir por el canto que terminaba con la vida de quien se aproximaba a esas criaturas monstruosas.
Acá no hizo falta el texto de Homero.
El tiempo transcurrido nos ha enseñado lo necesario como para respetar el acto institucional sin caer en inocentadas que ya nadie cree.
Sólo falta agregar, para completar la crónica, que al lado de la Presidenta sonreía el Señor Vice Presidente de la República y en función de su cargo Presidente de la Asamblea Legislativa, el vistoso Amado Boudou …
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