La gravedad de la crisis que golpea a tanta gente impone la mesura en el comentario fácil de pintar desde una columna de opinión el drama que significa carecer de agua, de luz y de paz.
Sólo hay lugar para hacer llegar un abrazo solidario que no servirá para que se produzca el milagro de que salga agua cuando abran las canillas ni se encienda la luz cuando se oprima la llave.
Suena más serio intentar debelar las razones profundas que salen a superficie a raíz de la situación que viven tantos argentinos.
Ocurre que se está esfumando el maquillaje, se está cayendo la careta y el monstruo aparece desnudo y salvaje como realmente es.
Hemos vivido un tiempo de fantasía que planteó la intervención del Estado como respuesta patriótica a lo que se declaraba la sumisión a los grupos internacionales concentrados de la economía, a sus socios locales oligarcas y corporativos que daban razón a la actitud epopéyica de hacer del Estado la herramienta de la recuperación de la dignidad y el sentido de lo nacional y popular.
La fiesta duró poco, y ahora hay que pagarla.
Ese Estado, que se promocionaba como la panacea de la organización de la sociedad es el gran ausente.
Un Estado serio, eficiente y conducido con capacidad técnica y convicciones profundas no puede dejar sin luz, sin agua y sin asistencia a sus ciudadanos.
Para peor, más evidente es la ausencia del Estado cuando precisamente la Jefa de Estado también está ausente.
Ya no importa si es una burla, una necesidad terapéutica o un arrumaco sentimental.
Las grandes responsabilidades no admiten excusas.
Y la Presidenta de la República, si efectivamente está recuperada de su moretón craneano como indicaron los partes médicos, no puede estar refugiada del calor en su “lugar en el Mundo”.
Sus apariciones luego de la enfermedad han sido patéticas.
Primero, con el video casero en Olivos, con el perrito bolivariano y el pingüino de peluche, luego en la toma de juramento del nuevo equipo que vino para hacer lo mismo que hacía el anterior y por fin bailando con Moria Casán y Sofía Gala mientras una decena de muertos regaban el suelo del País.
Para colmo, al primer suplente, Boudou, hay que esconderlo.
Y al segundo, Capitanich, lo licuaron en dos semanas.
Entretanto, oficialismo y oposición se están preparando para ir de campaña a las playas.
No es el lugar indicado.
Los que no pueden bañarse ni en su casa son los que deben ser visitados para que sientan que hay alguien que los tiene en cuenta.
Sería una nueva forma que puede marcar un nuevo camino para calmar este ddolor de ausencia.
Con esa ilusión es que digo ¡Feliz Año Nuevo!