Como viene ocurriendo desde hace tres décadas, hoy los argentinos iremos a las urnas a depositar en su ranura nuestra decisión.
De acuerdo a las normas que rigen el sistema electoral lo haremos para elegir Diputados Nacionales, Senadores Nacionales, (no en nuestra Provincia), Legisladores Provinciales, Concejales y Consejeros Escolares.
El hecho es importante porque suma un eslabón más a esta cadena de fortalecimiento del sistema democrático que desde 1983 rige nuestra estructura institucional.
Para esta columna semanal, que no bebe agua destilada ni se alimenta de yogur descremado, la significación de esta jornada es muy otra.
Estamos viviendo las horas en las que la ciudadanía pone en marcha el fin de un ciclo de Gobierno que desde aquí he definido como autoritario, soberbio e ineficaz.
Quizás por esta condición expresada en las elecciones preliminares del 11 de agosto no sea imprescindible reiterar calificativos.
Sólo cabe celebrar lo que estamos haciendo mientras se lo está haciendo.
No hay en esta afirmación pretensiones mágicas ni lecturas de tarot.
Se trata apenas de una evidencia del hartazgo en que está sumida la sociedad viendo tanta corrupción, tanta impunidad y tanta hipocresía.
¿Alcanza con esto?
Seguro que no.
Por el contrario, cada día que pase se torna más difícil la vuelta a la normalidad y la incertidumbre post electoral impide demasiadas certezas.
No obstante ello, celebremos que somos capaces de decirle basta a este grupo que cumple con las normas de la Democracia de origen pero dista de hacerlo con las igualmente exigibles de la Democracia de ejercicio.
El futuro abre una posibilidad de cambio que ha de depender de la capacidad de la dirigencia política y la participación de cada uno de nosotros en la preferencia por la que optemos cuando nos toque.
Mientras tanto, sintámonos serenamente satisfechos de estar barriendo el patio de la casa grande liberándolo de métodos y conductas para las que ya no puede haber lugar.
Como es esta una jornada cívica de fiesta más allá de sus resultados concretos, sumemos una anécdota pintoresca que al menos por un instante nos distienda los músculos de la cara.
Agregando un grano más de arena a este desierto de desaciertos a que nos tienen acostumbrados, resulta que el derrotado de hoy, Insaurralde, se va mañana de vacaciones a EEUU a celebrar el luto con la bella Jesica Cirio.
Quizás algún inocente se sienta triste por su derrota electoral.
Pero en el cómputo final de sensaciones, no hay dudas que gana por escándalo el que cuenta a los que se sienten envidiosos por su viaje de acompañado placer.
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18 de abril de 2024