Milovan Djilas fue un dirigente comunista yugoeslavo que en uno de sus libros, “La nueva clase”, denunció el sistema elitista que había transformado los principios originales que él imaginaba del marxismo en una nueva burocracia peor que la que inspiraba su lucha.
El atrevimiento le costó la cárcel y la tortura, pero no hay dudas que dejó una enseñanza que trasciende su tiempo y habita aún en muchas partes.
Una de esas muchas partes es esta Argentina gobernada por la facción peronista llegada de Santa Cruz.
En este sentido, la situación vivida días atrás por el primer candidato a Diputado Nacional porteño y actual Legislador de la Ciudad de Buenos Aires del FPV, Juan Cabandié, es una clara demostración del virus de “la nueva clase”.
El hecho no merece extenderse en detalles anecdóticos porque la prensa y las redes sociales han sido lo suficiente y necesariamente claras.
Este análisis pretende usar el ejemplo de este muchacho para definir una concepción política elitista y profundamente reaccionaria que anida en el fondo del alma de los que forman parte del círculo más cercano al poder kirchnerista.
Desde el primer día el régimen ha intentado contar una visión sesgada de la Historia adaptada a su propia ideología aunque para ello la Verdad sea apenas un accesorio.
La dolorosa vida de Cabandié no lo habilita para decir cualquier cosa.
Nadie puede sentirse ajeno a la solidaridad con su situación personal por ser hijo de padres asesinados por la dictadura y haber nacido en ese centro asqueroso de prisión, tortura y muerte que fue la Escuela de Mecánica de la Armada, (ESMA).
Pero de ahí a decirle a una trabajadora que está cumpliendo su papel que él luchó contra la dictadura hay un largo trecho de falta a la verdad.
Fueron sus padres los que lucharon, en todo caso.
En su alucinación él sólo pudo haber ejercido un enfrentamiento intrauterino.
Lo que en verdad ocurre es que un halo de soberbia y falsa épica domina a muchos intrusos del Gobierno al que han accedido por la puerta que abrieron los Kirchner que, igual que ellos, jamás movieron un dedo contra los militares del proceso.
Esa base falsa del Poder resta autenticidad y abre la puerta a excesos lamentables.
Este señor, como Larroque, de Pedro, Recalde y algunos más son un grupo que no ayuda a la concordia ni a la reconstrucción.
Por el contrario, intentan profundizar las contradicciones para afianzar sus privilegios.
La carencia de una visión racional estratégica los transforma en abanderados de un ejército imaginario que los lleva por el rumbo equivocado.
Lo malo es que hoy por hoy conducen.
Lo bueno es que después de todos los hoy hay un mañana cercano.
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24 de abril de 2024