Por Héctor Ricardo Olivera
“Sorpresas te da la vida”, dice una canción popular.
Sorpresas también te da la Política porque es parte de nuestras vidas.
Hoy tenemos una que no lo es tanto para esta columna.
El ex radical Ricardo Luis Alfonsín, hijo del Presidente Raúl, fue designado embajador en España.
No es tanta sorpresa para esta columna que por razones geográficas lo conoce por ser del mismo pago de la laguna.
El domingo 3 de noviembre del año pasado, una semana después del triunfo electoral del kirchnerismo escribí la nota semanal de opinión felicitando a los ganadores y analizando posibles primeros pasos de la vuelta del peronismo al poder de la mano de Cristina Fernández de Kirchner y su elegido para la Presidencia.
Allí puede leerse textualmente “POSIBLEMENTE VAMOS A TENER A RICARDITO ALFONSÍN EN ALGÚN DESPACHO OFICIAL. SERÁ UNA AMARGURA PARA POCOS…”
No es magia y mucho menos motivo de festejo.
Ocurre que algún tiempo de participación en la vida política activa y una mínima cuota de sentido común y lectura de gestos y vanidades alcanzan para imaginar que cuando las ambiciones son salvajes no hay límites materiales, éticos ni morales.
Ricardo Alfonsín es el único hijo del ex Presidente que se dedicó a la política.
Hay que comenzar diciendo que el bichito le picó tarde, porque tenía ya 43 años.
A apellidazo limpio fue Diputado Provincial primero y Nacional luego.
Su paso por ambas Cámaras fue totalmente intrascendente en cuanto a su producción legislativa.
Usó las bancas para proyectarse personalmente y en el marco de un Radicalismo ya deshilachado fue candidato a Gobernador de la Provincia en 2007 acompañado en la fórmula por Luis Brandoni, un radical en serio.
Salió cuarto con el 5 % de los votos.
Para completar la ruta en 2011 fue candidato a Presidente de la República acompañado por Javier González Fraga.
Salió tercero cómodo detrás de la viuda de Kirchner y el socialista santafesino Hermes Binner con el 10 % de los votos.
Acá hay un hilo conductor que a la distancia señala que su pertenencia partidaria ya estaba atada con alambre.
Cuando fue candidato a Gobernador la U.C.R. llevó de candidato a Presidente al peronista Roberto Lavagna y cuando fue candidato a Presidente su compañero en la boleta como candidato a Gobernador fue el peronista Francisco de Narváez.
Algo tenía en su intimidad que escondía en sus pretendidos discursos “símil papá” que se destapa ahora cuando pasa a ser funcionario del Gobierno que dirige la Vice Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Por decisión propia pasa a ser parte del equipo que tiene a los Kirchner, los Boudou, los Debido, los Baez, los López, los bolsos, las coimas, los populismos y los autoritarismos.
Tiene, obviamente, la absoluta libertad y derecho a elegir lo que le plazca.
Tenemos el resto de la gente la misma libertad y el mismo derecho para calificar su deserción.
Es una buena oportunidad para que el alicaído Radicalismo intente recuperarse de su evidente debilidad.
Para ello sería más que bueno aplicarle a este autoexiliado la misma norma que le fue aplicada a otro desertor, Leopoldo Moreau.
Expulsaron a Moreau.
Deben expulsar a este Alfonsín.
Puede ser un primer paso en la reparación de un cuerpo político cuyo vacío repercute en la escena nacional.
Para que el Radicalismo intente recuperar su cantidad debe primero volver a su calidad.
Y en Política, como en la vida misma, la calidad se mide en valores, en conductas y en fortaleza moral.
Queda apenas una reflexión final: si tenés 68 años, te llamás Ricardo y te dicen “Ricardito” algo huele a fina ironía…
09/02/2020