Una recorrida por la noche de un fin de semana por varias ciudades vecinas, permite constatar el movimiento de las mismas en varios aspectos y, como buen ranchero, hacer la inevitable comparación con esas noches rancheras.
Hay un primer gran dato que resulta llamativo. Un sábado pasada ya la medianoche, cualquiera de estas ciudades. incluídas las de población bastante similar a la nuestra como General Belgrano, ofrece alternativas de restaurant no menor a siete u ocho resto con variadas cartas, ningún apuro por cerrar y sobre todo, casi todos casi con su capacidad completa y con gente que sigue ingresando. Y al decir clientes, no pasa desapercibido que muchos de ellos, son del segmento denominado de «la tercera edad» que emanan buena onda pidiendo sus cervezas artesanales y sus variantes de platos.
La curiosidad periodística lleva a consultar sobre las alternativas de delivery que se ofrecen a esa hora. Y por cierto en todos lados son escasas. Muy por de-bajo de las alternativas de restoranes.
No hace falta aclarar la contundente diferencia con Ranchos. El servicio de comidas a domicilio cada día crece mas, pero cuesta ver restoranes llenos después de la medianoche y ni que hablar de cuantas al-ternativas hay.
Es solo una mirada curiosa. Nada mas. Rápidamente aparece otra cuestión ya mas encapsulada. Chascomús, Brandsen, Belgrano, Monte o Pila lucen con orgullo sus salas de cine/teatro que generalmente se convierten en centros de convocatoria casi todos los fines de semana con carteleras atractivas y muestras de arte diversas.
Naturalmente que no es difícil hallar relación entre una cosa y otra. Una comunidad que tiene alternativas valederas para salir de su casa (no le pueden llevar los espectáculos a domicilio) es la que termina siendo una comunidad activa, en sus calles y generando una dinámica que en todo sentido es muy diferente a la nuestra.
Que naturalmente tiene otras cuestiones por las cuales sentirnos orgullosos. Pero en este terreno uno no puede menos que sentir disgusto, cuando observa el teatro en Monte, la paqueta sala del Brazzola en Chascomus o el renovado e imponente Español de G. Belgrano.
Y es que Ranchos tiene una sala de cine que como prácticamente todas las demás fueron construídas en su momento por sociedades de inmigrantes (sobre todo las Italianas y Españolas) pero que con el paso del tiempo y las generaciones fueron mutando a otras manos, generalmente al estado que mediante algún tipo de acuerdo se hizo cargo de sus mantenimientos y aprovechamiento integral.
No hace falta explicar el estado de toda la estructura de la sala del cine Unión Italiana de Ranchos. Mas allá del esfuerzo que han hecho y que harán sus actuales administradores, hace falta escasa sagacidad para comprender que de seguir por este camino a la misma, seguramente imposible de reponer luego, le espera solamente el destino de la piqueta.
Por cierto no nos creemos tan lúcidos como para imaginarnos descubriendo algo tan oculto. Tampoco sospechamos que esto no lo comprendan tanto los miembros de la actual sociedad italiana como el estado municipal. Aunque estamos a semanas de haber atravesado dos campañas electorales y no oímos una sola voz que dijera algo al respecto. Y eso que se habló bastante y de cosas mucho menores.
Para aclararle al lector le agregamos que en toda la vecindad, estas salas tienen injerencia de los estados municipales. En muchos casos directamente han sido cedidos al estado. En otros existen convenios. Y hablamos de gobiernos de distintos signos políticos que han ido cambiando pero todos han mantenido en esta materia estos acuerdos.
Salvar la bellísima sala del cine Unión Italiana debiera ser un compromiso de todos los rancheros. Y es mas: también de la cultura bonaerense. Pero esto requiere en primera instancia de la mayor predisposición de sus actuales usufructuantes y el estado municipal. Y aunque no debiera hacer falta aclararlo – por las dudas – poniéndose todos como auténticos responsables de un patrimonio cultural muy rico a los rancheros.
Es decir: sin las pequeñeces que suelen invadir a los humanos y que muchas veces transforman lo fácil en imposible.
Seguramente en épocas de vacas flacas nada es sencillo. Pero lo mas caro es la vocación por conseguirlo. Si eso está, el resto se consigue.
Y ahora volviendo al principio. Cualquier noche de un fin de semana es fácil encontrar conocidos ran-cheros en cualquier ciudad vecina, en La Plata, en Buenos Aires y por el país y el mundo haciendo algún tours. Lo difícil, realmente difícil es encontrar a esos mismos rancheros otro fin de semana en un restaurant o tomando un trago con sus famlias en un café ranchero.
Todos sabemos esta realidad. Nadie hace nada para equilibrarla. Porque en términos económicos, para Ranchos esto es como si todo el país se fuera a pa-sear al exterior. La economía local se resiente.
¿Y que creemos que pasa con la economía ranchera con este drenaje de vecinos dejando sus sueldos o sus rentas en otros distritos?.
Hemos oído en las campañas recientes hablar de atraer capitales y generar fuentes de trabajo, lo que a pesar de ser un discurso carente de explicaciones de como se hace, no deja de ser compartido. La advertencia nuestra es clara: ¿Y si empezamos a tomar medidas para que el circuito económico ranchero gire un poco mas en el mercado local?. ¿Si empeñamos la imaginación en hacer que el giro de ese capital dure un poco mas entre nosotros?. Para esto, lo del cine y los efectos que se notan en la noche ranchera es solo un botón.
Una comunidad que ya tiene mas agentes de viajes y turismo que alternativas artísticas y culturales está teniendo serios problemas de varios tipos.
Es hora que todos los asumamos y todos también aportemos a su corrección.
(Edición publicada en le edición de TIEMPO de Ranchos del 21 de diciembre de 2019)