Hace pocas horas el primer candidato de uno de los «partidos peronistas» de la provincia de Buneos Aires que compiten entre sí ( son cinco en total) decidió bajar su candidatura y apoyar a otro partido peronista. Así Eduardo Amadeo, el candidato de Rodri-guez Saa ahora apoya a Sergio Massa. Igual seguirían siendo estos «dos partidos pero-nistas», mas el de De Narvaez, el oficialista Frente para la Victoria y el de Gerónimo Vene-gas los peronistas en carrera. Todo esto, producto de los « esfuerzos realizados para conseguir lo que la gente nos pide que es Unanse» según gritaba a los cuatro vientos el «colorado» candidato De Narvaez.- En su esfuerzo, logró uno de sus máximos objetivos que era dejar mal parado al PRO de su enemigo Macri en la provincia. A este precio.
En otro espacio, el radicalismno y todos los planetas de ese universo, no logran conver-tirse en opción al gobierno, ante la tozudes de repetir candidatos que ya han dado dos, tres y hasta cuatro exámenes ante la sociedad en las urnas y se sabe de memoria mas o menos cual será su nota final. Solo porque los medios suelen ser «piadosos» no se los trata como al candidato porteño Fillmus, cuando la realidad es tan parecida.
Así las cosas, pocas veces, sobre todo los bonaerenses que no comulgan con el gobier-no nacional y por lo tanto con quienes son sus adláteres en este territorio, y que son mas del sesenta por ciento de los votantes segura-mente, se sienten tan decepcionados ante la paupérrima oferta que la oposición le ha ser-vido a la mesa de los comicios.
De la oferta oficialista se puede decir por lo menos lo mismo. Pero como muchas veces un botón basta para muestra y el tema al que nos pensábamos remitir es exactamente el mismo, nos hacemos eco de esta nota del periodista del diario La Nación que en este caso interpreta cabalmente nuestro pensa-miento:
Del cajón de Herminio al afiche con Francisco
No sólo analistas de opinión pública coincidían ayer en que la jugada del afiche que muestra a Cristina Fernández de Kirchner y a su candidato bonaerense Martín Insaurralde junto al papa Francisco podría terminar restándole votos al oficialismo. Entre dirigentes del propio kirchnerismo ajenos al episodio no se ocultaba cierto malestar por una movida considerada desafortunada.
El Papa es, por muy lejos, la figura que mayor imagen positiva reúne entre los argentinos. Una imagen cercana a la veneración y que lo convierte casi en intocable para vastos sectores de la opinión pública. Al mezclar de prepo a Insaurralde en un encuentro con el Sumo Pontífice al que sólo estaban convocados los presidentes que se hallaban en Río de Janeiro para obtener la ansiada foto con Francisco , es probable que Cristina Kirchner haya logrado su objetivo primario: elevar el nivel de conocimiento de su candidato en el electorado. Pero no tuvo en cuenta el costo de esa fama, multiplicado por el avieso intento de usar políticamente al Papa colgándose de su sotana por medio del afiche.
Lejos de favorecerlo, los carteles difundidos en calles de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires podrían tener para Insaurralde un efecto tan negativo como el tristemente célebre cajón de Herminio Iglesias. Este caudillo de Avellaneda, candidato a gobernador bonaerense en las elecciones de la reapertura democrática de 1983, no había tenido mejor idea, en el multitudinario cierre de campaña del PJ en el Obelisco, que quemar un féretro que representaba a la UCR de Raúl Alfonsín. El resultado es bien recordado. El candidato radical terminó ampliando su ventaja sobre Ítalo Luder y Herminio fue el mariscal de la única derrota en la historia de un candidato a gobernador peronista en la provincia de Buenos Aires.
La Presidenta tampoco advirtió que la necesidad de refugiarse en el aura papal para enfrentar los comicios no deja de ser un símbolo de debilidad, además de un ejemplo de su falta de reflejos como virtual jefa de campaña. Exhibe debilidad alguien que precisa subirse al carro triunfal de Francisco para captar algo del aluvión de popularidad de quien fue tildado por Néstor Kirchner como «jefe de la oposición» cuando era arzobispo de Buenos Aires.
La debilidad del cristinismo de cara a las urnas se manifiesta también en el curioso hecho de que Daniel Scioli, el hasta hace poco denostado gobernador, se haya convertido de repente en la figura estelar de la campaña bonaerense, con el que todos ahora parecen querer estar. Atrás quedaron las críticas de la propia Presidenta sugiriendo que era un tibio o hasta del devaluado ministro de Economía, Hernán Lorenzino, acusando a Scioli de no saber administrar.
Hasta el anuncio presidencial del aumento a los jubilados, que redondearía el 32% en el año, parece un gesto de debilidad. Una respuesta a un Sergio Massa que ha hecho de este tema un caballito de batalla y una respuesta a las acusaciones sobre desvíos de fondos en la Anses.
Claro que no hay debilidad más evidente que ver a la Presidenta violando la legislación electoral que prohíbe la realización de actos de gobierno que promuevan la captación del voto dentro de los 15 días previos a las elecciones.
Por Fernando Laborda | LA NACION