Finalmente tras convertirse en escritora, autora de su primer libro «Sinceramente» con la oportunidad de pre-sentarlo en la Feria del Libro, la ex presidente Cristina Fernandez volvió al ruedo con toda la ropa de dirigente/candidata política en la Feria del Libro que se prestó para un acto proselitista con todas las características de un lanzamiento de campaña, inteligentemente planteada de tal modo que trató de ser lo menos posible Cristina como lo hiciera en campañas anteriores.
No es propósito de esta columna abordar la temática del libro ni lo que dicen las 600 páginas autobiográficas del exitoso trabajo. El motivo central es la ratificación nada extraña de las emociones que movilizan a los argentinos en esta materia. En una jornada lluviosa, sin que aún se sepa si Fernandez de Kirchner será candidata a presidente, su militancia, mas que seguidores de una líder política, una feligresía multitudinaria llevada por esas cuestiones que pasan por cualquier lado menos por la razón volvió a poner de manifiesto por que cosas votan millones de argentinos y que poco importan las cuestiones que debieran definir la elección de un presidente de la república.
No se trata de manera alguna de descalificar las condiciones, virtudes y merecimientos de la ex presidente que fácilmente pueden exponerse con los evidentes e indubitables resultados de sus no pocos ocho años de gobierno.
Que terminaron con magros resultados en los principales rubros de su gestión y peores aún en los demás. Y que no modifican ni tornan meritorios los resultados, aún peores, que ha logrado el gobierno actual que la sucedió.
La reedición del viejo y cierto comentario del eterno Perón al decir que la razón de su vigencia luego de 18 años de exilio no eran el superávit de sus años de gobierno, «sino de lo malo que han sido los que vinieron después de nosotros».
Es que nada parece haber cambiado en medio siglo mas de vida en la dirigencia argentina. «Solo lo malo de los que los reemplazan convierten en casi semidioses, a quienes no están presos por la salvaguarda de sus fueros, a quien tiene a casi la mitad de sus gabinetes en calabozos, que fue derrotada en cuatro de las últimas cinco elecciones argentinas y que nada dice ni dirá sobre como salir de esta catástrofe que dejará en casi todos los aspectos el gobierno del actual presidente Macri.
Cuando las razones que a viva voz manifiestan quienes la siguen y la aclaman con pasión religiosa son slogans que afirman que después de San Martín, nadie puede compararse con Néstor y Cristina como si cruzar la cordillera montado en burros y librar las batallas mas sangrientas pudiera compararse con hacerse llevar los diarios en avión desde Buenos Aires a sus mansiones; que entre sus empinados acólitos hoy algunos no dudan en decir que de regresar al gobierno lo primero que hay que hacer es eliminar el Poder Judicial (no trabajar en mejorarlo); que ya aprendieron que el error anterior fue no hacerlo mas rápido y mas enérgico; que la corrupción no importa si existió o no: que nada de esto integra la lista de cuestiones por las que decide su voto la gente.
Hay una profunda fe religiosa de millones de devotos que hace mucho decidieron que su santo tiene nombre y apellido.
El resto es todo cartón pintado. Pero del mas pintado.
Y esto no puede ser juzgado, ni analizado, ni tratado periodísticamente. Lo que no pasa por la razón no puede ser razonablemente analizado. Que no quede duda alguna: no habrá debate, ni evidencia, ni razón contundente que cambie UN solo voto de un feligrés cristinista. Dicho esto sin ningún agregado.
Solo constatado y así aceptado. Por lo tanto, todo lo que vendrá en cantidades industriales desde ahora seguramente hasta octubre próximo tendrá para mas del treinta por ciento de los argentinos un valor igual a cero. Para ellos solo interesa que su «dios» esté en el altar. Y rezan y peregrinan por ello.
Entender y aceptar esta realidad argentina debiera llevar a todos a un proceso de aceptación y de acomodamiento para este templo. Porque así como está largamente visto que con los santos marchando o con los santos mandando a la argentina le viene yendo cada vez peor, con los inoperantes e inútiles sucesores que siempre tuvieron estos DIOSES el retorno de «los muertos vivos» ha sido una constante.
Y en esa constante, lamentablemente, primero los propios feligreses, pero en general a todos, ateos, agnósticos, evangelistas o budistas nos han arrastrado a ser una de las sociedades de menor calidad de vida del planeta.
Y estamos al borde de sumarle un capítulo mas a esta biblia que no tiene porque merecer un mínimo de mayor fe que los anteriores.
Por lo tanto, mientras como mostró la puesta en la Feria del Libro, millones de creyentes se aferran a la Divina salvación de la diosa de su fe, otros deberán optar por su otro dios, su fe en la naturaleza o en Santo Pilato para tratar de salvarse. En uno o en otro caso nada de razonamientos, de proyectos, de planes, de políticas.
A los que nos consideramos el resto, que Dios nos salve…….. el que elija para su rezo. Hay millones que ya tienen el suyo. O la suya.
(Editorial publicada en la edición del Semanario TIEMPO de Ranchos del sábado 11-05-2019)