«Sali de acá o te rompo todo» me dijo golpeándome el vidrio de la puerta de mi auto un chico que no tendría mas de 18/20 años cuando estacioné tranquilamente en una ciudad del interior bien interior del país. Cuando traté de saber que razón te-nía para exigirme eso, la respuesta fue; «No viste que nosotros veníamos y ya habíamos visto el lugar. Dale porque te rompo todo». Creo haber hecho lo aconsejable. Encendí el auto, di marcha atrás y me fui, pero no a estacionar en los tantos lugares que había cerca. Decidí irme a mi alojamiento. Y no salir esa noche.
Este relato que es verídico y le pasó a este autor hace un mes, se repite permanentemente en todo el país, ya alcanzando los pueblos aún pequeños y que se denominan «tranquilos» como el nuestro.
También nos pasó en este propio Ranchos porque cometimos el pecado de decidir transmitir la final del campeonato de fútbol liguista que consagró al equipo ranchero campeón. Un grupo de chicos en nombre de su amor por los colores o alguna otra frase hecha como esa, consideró que en lugar de tener algún gesto de agradecimiento ya que su equipo amado y sus jugadores pudieron ser seguidos hasta en Irlanda o los Estados Unidos por nuestra transmisión y el esfuerzo de un equipo de gente enorme que trabajó varios días sin pretender un centavo, había que insultar, descalificar al director del mismo bajo la increíble argucia de que «nos dijeron que dijo tal cosa que no nos gustó».
Y entonces, dale que va.
Y es que la generación de argentinos adolescentes en una proporción que tal vez muchos no acierten a estimar está atravesada por tamaña frustración y decepción que ya no encuentra alternativas a su conflicto existencial y solo atina a descargar su furia acumulada contra el semejante.
No importa ni porque ni contra quien. Ni su relación, ni la edad, ni el sexo, ni la situación del otro. Para un imberbe de 18 o 20 años las canas de un hombre de 70 no significan na-da. Hasta se siente bravucón desafiándolo a resolver ni se sabe bien que cosa a los gol-pes.
Y tampoco tiene inconvenientes en empujar a una abuela al compas de frases como «vieja de m…..». Y si se trata de alguien mas o menos equivalente en fuerzas, entonces sus argumentos se convierten en juntarse tres o cuatro para pegarle a uno.
«Es que la droga y el alcohol los está destrozando» se escucha casi como respuesta recurrente a estos planteos.
« YYYYYY…..??»
En los últimos días han ocurrido hechos en Ranchos de los cuales los que trascendieron fueron solo una pequeña cantidad de ellos. En todos la violencia fue el denominador común. Violencia feroz, injustificada, salvaje. «No podemos pasar por la vida al pedo peleándonos por cosas intrascendentes. Con chicos matándose por boludeces increíbles. Tus hijos y mis hijos».
Brutal. Nada académica. Así escuchaba hace unas horas reflexionar a un vecino. A un hombre de la calle. Con años. Horrorizado. Preocupado. Casi desaforado al ver lo que pasa mientras muchos siguen pensando que sus vidas pasan solo por Macri/ Cristina o Cristina/ Macri o se llenan la vida recordándole a los de River el descenso y estos a los bosteros lo del Bernabeu.
Y atizando un clima que no resiste mas.
Esta sociedad, enlutada y dolida por una muerte tan inexplicable como impredecible hace apenas algunas horas, llora a su hijo perdido, pero no alcanza a ver que son muchos los hijos que están jugando con la vida de otros y las suyas propias y una muerte en esas circunstancias ya no será tan difícil de explicar.
SERA CASI UN HECHO ANUNCIADO.
El desafío está a la vista. Los que quieran pueden seguir alimentando las redes sociales peleándose, ofendiéndose y desafiándose por las mismas cosas intrascendentes de to-dos los días.
El resto tiene una cuestión para ocuparse. No solo preocuparse. Hacerse cargo. Todos tenemos un lugar en esta causa. Seguramente sin saber claramente como hacerlo y por donde empezar. Pero teniendo en cuenta que lo primero es decir: «Acá estoy cuenten conmigo» .
Y que no es precisamente para juntarse con los amigos de todos los días. La hora exige empezar a encontrarse y hasta abrazarse con el otro. Con el que es diferente, piensa diferente y actúa diferente. Es la hora de mostrarle a nuestros chicos que guapo en la vida es quien puede controlarse, Tolerar al otro. Decirle que no coincide, «pero puedo tomar un mate con vos sin problemas. Es mas: lo cebo yo».
Esta violencia solo se enfrenta con un ejército de paz. Con hecho y ejemplos. Con ocuparse.
Esto puede corregirse si somos capaces de entender que solo se trata de CONVIVIR.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 09-03-2019)
Excelente comentario.