Por Héctor Ricardo Olivera
Antes de la finalización del ciclo lectivo del año pasado el jefe del grupo de tareas del sindicalismo docente en la Provincia de Buenos Aires, Baradel, anunció que las clases de este año no comenzarían.
Es la eterna maniobra de la prepotencia de la oligarquía sindical que solo apunta a debilitar al Gobierno de María Eugenia Vidal, la más fulgurante figura de la política argentina, sabedores que la vía democrática no les sirve vayan con quien vayan y pongan a quien pongan.
La Provincia, como el País todo, vive un presente económico y social apretado por el costo de la herencia más errores propios reconocidos como nunca antes por gestión alguna en la historia política.
No obstante ello, la Provincia tiene más de 30 organizaciones sindicales y con todas ellas acuerda condiciones salariales razonables en medio de la crisis.
Son precisamente los dirigentes sindicales docentes los que no aceptan propuestas posiblemente insuficientes pero razonablemente comprensibles, no obstante ser un sector que goza de beneficios mucho más generosos que el resto de los empleados públicos.
Las condiciones vacacionales, las regulaciones del Estatuto del Docente y el régimen jubilatorio están por encima de lo que establece la Ley 10.430 del empleado público bonaerense.
Lo que en verdad ocurre es que la dirigencia sindical docente está absolutamente politizada con sentido partidario y ese enrolamiento en favor de la abogada austral la conduce a exageraciones que no pueden ocultarse.
Hay que admitir también que en este caso específico ha habido una distracción por parte de la Dirección de Educación y Cultura de la provincia, que se ha dejado primeriar por la patota.
Solo así puede entenderse que sea más conocida la figura pelilarga de Baradel y no la del responsable de la conducción oficial del Gobierno.
En este mismo espacio con fecha agosto del 2018se dijo que si se hacía lo mismo nada cambiaría.
Así nomás es.
Este año, además, por tratarse el de las elecciones, será peor que los anteriores.
Como saben que a la Gobernadora no le puede ganar nadie, harán todo lo posible para molestarla y generarle conflictos.
Por eso es necesario diseñar una estrategia distinta que evite repetir reuniones calcadas donde cada oferta es igualmente rechazada sin que importe demasiado las cifras y los porcentajes.
Ya es sabido que las aspiraciones sindicales son tan imposibles como insaciables.
Es imprescindible salir del esquema reiterado que nos enfrenta con un reclamo exclusivamente salarial.
Cuando se trata de la Educación de nuestros chicos, lo que importa debe ser lo que efectivamente aprenden en las aulas.
Es ahí donde los maestros deben dar respuestas, porque las pruebas respecto del resultado de su labor lejos están de ser medianamente aceptables.
Junto con ello puede discutirse el salario, pero con argumentos seguramente atenuados por la búsqueda de lo que se pide y lo que se da.
Para cambiar el escenario, el Gobierno debe poner en conocimiento de la sociedad los salarios que cobran los maestros, que muchas veces son más de lo que cobran muchos de los padres de sus alumnos, deben comunicar el porcentaje de ausencias escuela ´por escuela, deben redefinir el sistema de perfeccionamiento que quita horas pero no agrega recursos cognitivos.
Hay que imaginar alguna forma que asegure que las escuelas no estén cerradas los días de huelga, porque más allá de que se pierdan las horas de clase hay que ofrecer le a los padres una solución al problema familiar que significa no tener donde dejar sus hijos para irse a cumplir con su trabajo, porque si no van seguro que los echan.
Asimismo, como los días de huelga docente se descuentan, esos dineros ahorrados deben pagarse a los maestros que no hacen huelga, como un modo concreto de reconocimiento a su responsabilidad.
Lo mismo debe hacerse con la bonificación por presentismo.
Se trata de diseñar un sistema que contrarreste lo que seguramente será un festival de huelgas con la idea artera de imaginar que la Gobernadora pueda perder medio voto.
Ya se lo hicieron a Illia, asociados con Onganía y a Alfonsín, asociados con Menem.
Como no son democráticos, cualquier traje les queda bien.
Es cruel, pero debe ser dicho, que nada puede ser peor que usar a los alumnos como rehenes de una maniobra política partidaria.
Como oficialmente se informó, a los chicos que terminaron en diciembre pasado su secundaria, las huelgas docentes le robaron en total 180 días de clase, que es la cantidad prevista en un año escolar.
Los responsables tienen nombre y apellidos.
Sus víctimas también.
Son nuestros hijos y nuestros nietos.
Voluntaria o involuntariamente se esconde aquí la ideología populista que imagina que la ignorancia facilita el sometimiento y la adhesión.
Las escuelas abiertas son la manera de impedir semejante atrocidad.