La decadencia de la dirigencia política argentina aún puede pronunciarse mucho mas, pese a que hay coincidencia generalizada y natural de que el nivel de la misma hace mucho que se destaca por su incapacidad, inoperancia, falta de sentido común y hasta de transparencia en todos los órdenes.
Pero pareciera no tener límites y todos los días pueden sorprendernos con nuevos episodios que, contrariamente a lo anunciado con bombos y platillos por los «nuevos» que llegan en cada «renovación», no solo no condenan y destierran los hábitos anteriores, sino que los aggiornan, los mejoran y los hacen propios con total desparpajo.
Como si toda esta cadena de corruptela, atraso, berretismo y pauperización de la política y la administración del estado fuera poco, los límites superan largamente la puja entre unos y otros por el poder, sino que llega a atentar contra los cimientos mismos del estado que es otra cosa.
Sirve como ejemplo la manifiesta vocación y esfuerzo de casi todo el arco conocido como Kirchnerismo, doce años en el gobierno nacional y con muchas ganas de volver el año próximo, para hallar «desaparecidos» forzados por el estado, es decir por el actual gobierno.
Como si no hubieran tomado nota de la patética parodia del montado caso Maldonado en vísperas de las pasadas elecciones y que nos costó a los argentinos muchos millones de pesos en investigaciones, indemnizaciones, divisiones en la sociedad y un «algo que queda» siempre después de cada mentira como instauró Goebbels, la búsqueda es tan intensa y descarada que cualquier episodio de los cientos de inseguridad que se registran diariamente en la argentina actual, si tiene como víctima a alguien ligado políticamente a ese sector es de inmediato instalado como un posible (o casi seguro) víctima del actual gobierno, de la dictadura de Macri o las fuerzas de seguridad. Instalar la idea comparativa de dictadura con el actual gobierno es de una catadura moral imperdonable. Es un atentado a las verdaderas víctimas de aquél proceso de horror que vivimos los argentinos en la década del setenta. Es mentirle desvergonzadamente a las nuevas generaciones. Es pretender torcer la realidad, ya no con un relato mendaz, sino con un atentado a un sistema, que con todas sus falencias, nada tiene que ver con aquello vivido entonces.
Ver como estos días, la desaparición primero y la muerte constatada después de un joven periodista de la avanzada Kirchnerista, ocurrida en Buenos Aires desató rápidamente la idea de «desaparición forzoza» con los mas conspicuos dirigentes como Zanini posando con la foto de un afiche del por entonces buscado joven de 27 años, con las redes sociales inundadas de versiones de las amenazas que el joven había recibido por sus artículos, periodistas como la señora de los anillos, Liliana López Foressi, sumándose a los rumores de desaparición y pocas horas mas tarde la realidad mostrando como el joven aparecía muerto en un cuarto de albergue transitorio adonde había entrado acompañado por una bella mujer joven para disfrutar de un grato encuentro, en cuyo transcurso y por algunos conocidos juegos sexuales terminó falleciendo.
Seguro no habrá una disculpa de los acusadores. No habrá una linea en las redes sociales de los que rápida y solidariamente se sumaron a la corriente.
Hay que fabricar desparecidos. Y algún muerto. La cuestión es que cuanto peor para todos, mejor para nosotros.
Mientras tanto, CAMBIEMOS y su transparencia vuelve a tener un escándalo de magnitud insospechada en el territorio de la provincia de Buenos Aires. La entrega de chalecos antibalas a los efectivos de la policía bonaerense ha puesto de manifiesto que un altísimo (¡altísimo!) porcentaje de los mismos serían elementos de deshecho vencidos hace diez años a los que burdamente se les plantó una etiqueta encima para tapar ese dato.
Pensar en la operación de compra por parte del estado de esos chalecos lleva rápidamente a la sospecha de una defraudación inimaginable. Tomar conciencia que hoy, cuando la noticia ya recorre sobre todo los medios del interior, debería haber tenido alguna respuesta primaria del gobierno provincial, el silencio que guardan los comisarios de pueblo, los jefes departamentales, los intendentes, todos y todas es alarmante. ¿Cuándo un efectivo tiene que salir a cumplir funciones con un chaleco inservible para resguardar su vida, que le dicen sus jefes?. «Cállese y marche tagarna»?.- ¿Ese es el jefe que luego le enseña honestidad y el cumplimiento de su deber al subodinado?. Y los jefes de estos jefes, ¿Con qué autoridad le ordenan el cumplimiento de las funciones cuando les están pidiendo silencio y ser cómplice nada menos que de poner en riesgo la vida de sus efectivos?.-
Nuestra localidad tiene fresco el recuerdo de los dos jóvenes baleados en la ruta 20 por los hermanos Lanatta. También los reconocimientos, los homenajes y la parafernalia de actos. ¿Volverán a repetirse si una bala que atraviesa esos inútiles chalecos se cobra la vida de un policía?
¿ Seguirán haciéndose los distraídos los tan exigentes reclamantes de honestidad y transparencia al Kirchnerismo y que hoy aplauden hasta lo inadmisible de Cambiemos?
Los policías no tiene sindicatos. No tienen Moyanos que los defiendan. El kirchnerismo vive obsesionado por sus militantes y jamás levantaría la voz por la vida de un policía y Cambiemos, como con la estafa inescrupulosa de los aportantes truchos, a lo sumo te explica que los anteriores eran peores.
Si. Cuesta creerlo. La dirigencia política argentina aún encuentra resquicios para ser cada día un poquito peor.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 24 de noviembre de 2018)