Por Héctor Ricardo Olivera
La vida de cada uno de nosotros es un tránsito permanente entre los “como siempre” y los “como nunca”.
Ambos, producto de la conducta individual o la del conjunto social, son nuestros compañeros de ruta tanto en las buenas como en las malas.
La vida de la República, que es la suma de la de cada uno en nuestra condición ciudadana, está igualmente conformada por los dos elementos citados.
Resulta entonces interesante advertir las presencias de los dos, para hacernos una idea de cómo estamos y qué podemos imaginar como posible de acá para adelante.
A la hora de citar la lista interminable de los “como siempre” la memoria resulta austera porque sería absurdo alcanzar en el ejercicio la totalidad de las cosas, los personajes y las conductas a colgar del inventario.
Algunas, por su contundencia aunque seguramente no por su mérito, surgen casi sin esfuerzo.
Como somos un País inmaduro, con una Democracia adolescente y por ello débil, resulta oportuno enumerar organizaciones sociales que se muestran reacias a integrarse a un sistema respetuoso del derecho de todos y más aún a las obligaciones de todos.
Ocurre con los sindicatos, entidades que en teoría se organizan para defender los derechos laborales y la búsqueda de equilibrio con el capital, pero que en nuestro País nacieron de la mano del Peronismo, basados en la “carta del laboro” de Mussolini, ese fascista que enamoró indisimuladamente a Perón.
Resulta entonces que la dirigencia sindical argentina se hizo oligarca y su poder se trasmite de padres a hijos como si fuera un sistema monárquico.
Chocan entonces con la Democracia, que para ellos es una práctica burguesa que establece la representación de las minorías y no anula la posibilidad de la existencia de más de un sindicato por actividad.
Se puede anotar también entre los “como siempre” a la Iglesia, que no en vano tiene más de dos milenios de vida.
Siempre pone huevos en todas las canastas y se cree por ello habilitada para ejercer un poder que excede el que sería de su competencia para incursionar en la vida laica de la Nación.
Así es que sin ponerse colorada nos muestra la reciente disculpa del cura Radrizani arrepentido de haber dado la misa en Luján con los Moyano como monaguillos.
Es realmente absurdo ver a un cura pidiendo disculpas porque dio una misa.
Nuestros “como siempre” no pueden esquivarlas crisis económicas que obviamente castigan más fuerte a los sectores sociales más vulnerables.
Hemos vivido muchas y la actual no puede pasar desapercibida.
Sus razones son múltiples y cada cual elige su modo de verla.
No hay dudas que se trata de la conjunción de una impensada falta de pericia, una clara equivocación diagnóstica y como consecuencia de ello la medicación errónea.
Hay que sumar también la carga heredada, plagada de mentiras estadísticas y metodológicas, hábitos a que inevitablemente acude el populismo a la hora de autodefinirse como “nacional y popular”
Nada de esta lista incompleta puede asombrarnos y sería muy chato nuestro paso por la vida si no pudiéramos agregar novedades que alteren la rutina que nos acompaña desde tanto.
Son sorpresas que alientan esperanzas de cambio y ayudan a imaginar la posibilidad de que nuestros hijos y nietos puedan vivir mejor.
No hay magia, es cierto, pero hay valores a recuperar y caminos distintos a explorar en busca de crecer y estrechar los campos de injusticia que nos separan.
El primer “como nunca” sale como el sol de un nuevo día jamás antes conocido.
Empresarios ricos y sindicalistas igual de ricos están presos por ladrones.
Se suman a ellos miembros otrora poderosos del Gobierno anterior y aunque faltan muchos no podemos negar que es una fiesta para la buena gente que vive de su trabajo, se capacita, cría a sus hijos y jamás imaginó que veríamos detrás de las rejas a ex todopoderosos que se robaron todo.
Uno por uno van pasando y la escena se repetirá porque la Justicia, esa que nunca llegaba, encuentra ahora las condiciones de independencia que le permiten actuar sin trabas.
Como nunca también somos informados sin mentiras de las estadísticas que miden el funcionamiento de la economía y sus consecuencias.
Ya no escuchamos que hay en Argentina menos podres que en Alemania, ni que la carne porcina es afrodisíaca o que “chicos, estamos en Harvard, no en La Matanza”.
Hoy los datos ciertos., aunque duelan, están sobre la mesa.
También como nunca cambiará el modo de enseñanza de matemática en nuestras escuelas habida cuenta de los deficientes resultados que surgen de las evaluaciones.
Estos cambios no se notarán mañana ni la semana que viene.
Pero no hay dudas que hay una visión moderna y ocupada en sacarnos de la mediocridad intencional que durante años se dedicó a regalar pescados y jamás se propuso enseñar a pescar.
Argentinos como somos todo aparece enredado y adornado por la necrofilia que nos caracteriza.
No se escapa ni el Presidente, que se mete en el River Boca sin necesidad.
Menos aún la comparsa peronista que está llena de candidatos precisamente porque carece de candidatos.
A la lista se ha sumado el saltimbanqui Felipe Solá, un gaucho del asfalto y las luces led que imagina que la acumulación de almanaques es un mérito.
Seguro que no nos aburriremos.
Seguro también que habrá desde el Gobierno Nacional y el de la Provincia asistencia que ayude a los más necesitados a transitar este tiempo de escasez.
De acá al año que viene tendremos tiempo y elementos de juicio que impidan por una vez al menos que no tropecemos con la misma piedra.