La tensión social que se vive en el país que llega a límites exasperantes tiñe todo lo que ocurre a nuestro alrededor de un natural pesimismo y «mala onda», en muchos casos sin que se llegue a un análisis siquiera somero de las cuestiones en juego.
En medio de tanta pálida, hablar en positivo parece estar negado en la Argentina. Y por cierto que las penas son todas nuestras y las vaquitas todas ajenas.
Pero no deberíamos perder de vista algunas cosas buenas que sirven para retemplar los ánimos y para no desequilibrarnos totalmente. En tal sentido es que hoy ponemos acento en lo que ha sucedido hasta estas horas en la Argentina con la organización de los Juegos Olímpicos Juveniles en Buenos Aires con la presencia de 206 delegaciones de países y una concurrencia que ya se considera la mas alta en el historial de estos juegos universales.
Desde la ceremonia inaugural con el obelisco de principal escenario, como no ocurre muy a menudo el mundo que siguió a través de los diferentes medios y ni hablar los que tuvieron el privilegio de estar en el lugar, fueron testigos de un espectáculo excepcional, majestuoso.-
De allí en mas, quienes acertamos a pasar por alguna jornada y por alguna de las sedes solo observamos organización, alegría, prolijidad.
Casi no parece argentina nos dijo un asistente azorado en la zona de Puerto Madero. Poner de relieve lo que se vivió en Soldatti, el manejo del tránsito, la recepción de delegaciones de todo el país no pueden menos que llenarnos de orgullo y alentarnos a creer que pese a nuestra argentinidad al palo, somos capaces de organizar cosas importantes con excelentes resultados.
Quedarán estos juegos como un mojón de referencia para futuros emprendimientos de envergadura. Y no estaría mal, que todos los argentinos sepamos advertir este éxito y que lo podamos expresar sin temor a que tal actitud remita a apoyos políticos circunstanciales que parecen vedados en nombre de la grieta que pone a tantos millones a ver solamente cuanto de malo y al resto a creer que todo lo que se hace es igual a la organización de los Olímpicos.
En igual sentido vale observar el orden local, en medio de las limitaciones impuestas por los ajustes económicos, el gobierno municipal, la Iglesia, instituciones intermedias, vecinos en general volvieron a poner en Ranchos una celebración en Honor a la Patrona, la Virgen del Pilar.
Y no por reiterado y conocido el programa resulta fácil de llevar a cabo. Delegaciones escolares, organizaciones tradicionalistas, artesanos, fuerzas de seguridad, párrafo especial para Bomberos, medios de comunicación etc. se proponen una tarea que implica riesgos evidentes. Y una vez mas, podría decirse que en muchos aspectos fue de las mejores fiestas de los últimos años.
Pero la frase es repetida. La hemos señalado en otras oportunidades.
Y está bueno, muy bueno, que podamos seguir repitiéndola. Como es bueno que pese a todo ya se piense en cosas para mejorar. Detalles a corregir.
Tanto en la celebración estrictamente litúrgica, como en los actos cívicos todo brilló a gran altura. Y así como esta columna en su edición anterior, tituló la misma con el rótulo de «Lo que Pilar no merece», es bueno volver a la cuestión para señalar lo vivido ya con el diario del lunes.
Pilar tuvo el tributo que se merece. Y esto vale el aplauso.
Y finalmente, que el pesimismo no nos invada de tal forma que nuestros sentidos sean incapaces de advertir lo bueno que somos capaces de hacer. Lo bueno que nos sucede.
Que en medio de tantas dificultades y penurias por suerte siguen existiendo para mantener viva la esperanza de revertir tanta angustia y llegar a tiempos mejores para todos.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 20 de octubre de 2018)