Por Héctor Ricardo Olivera
El mismo Presidente Macri se apresuró a decir que estos días de calma relativa en el mercado de manera alguna alcanzan para descartar nuevas turbulencias económicas.
Es cierto que la volatilidad del dólar parece haber encontrado un límite y podría entonces imaginarse un clima de previsibilidad que regenere la confianza perdida en medio de la tormenta.
Naturalmente que sería una expresión de insensibilidad desconocer las consecuencias económicas y sociales que golpean fuerte a todos.
Son objetivamente bienvenidas las novedades traídas por el Ministro de Economía luego de sus gestiones ante el Fondo Monetario Internacional, (FMI) así como la baja en el índice del riesgo país y la declinación de la moneda norteamericana sin intervención del Banco Central.
Pero estos datos macroeconómicos no entran en la casa de cada vecino que ve que los precios se escapan, que las facturas de los servicios públicos son un drama, que los medicamentos se tornan inaccesibles y los sueldos se quedan cada día más cortos.
Sí hay que admitir que el Gobierno ha tomado en cuenta esta realidad y ha puesto en marcha una serie de medidas destinadas a proveer alimentos, servicios y respuestas ante los requerimientos de los sectores más carenciados.
Hubo, como tantas veces nos ha ocurrido, un claro error de cálculo inicial y una decisión que hoy se demuestra errónea al no haber mostrado la primera página del libro el primer día de Gobierno.
Por suerte y como nunca son los mismos autores de la equivocación los que la han reconocido, actitud poco común entre la dirigencia política.
Hay entonces un oficialismo consiente de la realidad y junto a él un sector importante de la oposición dispuesto a facilitar y acompañar los cambios necesarios.
Es natural que este acompañamiento tenga también algunas especulaciones que son propias de la política.
Como en la fábula de la rana y el escorpión, “está en su naturaleza” y nadie puede sentirse agraviado.
Los que están porque quieren quedarse y los que no porque quieren estar, conforman así un escenario propio de la sana confrontación democrática a la que todos adscribimos.
Claro que para completar el cuadro hay que citar sin suavidades a los grupos pequeños en número pero potentes a la hora de destruir, que no dudan en usar los recursos que hagan falta para debilitar a la República.
Siempre ha sido así, si nos remitimos a los sectores de izquierda radicalizada.
Pero acá hay que sumar a los residuos kirchneristas que no han logrado superar el desplazamiento de que fueron objeto en las urnas y, como dada tienen de democráticos, solo quieren destruir por el solo hecho de sentirse presentes.
Así ocurre con personajes de la calaña de Luis D´Elía que solo quiere la destitución del Gobierno antes que “estalle la violencia”.
Él junto a ese incalificable Brancatelli que está cobrando un sueldo en Canal América tuitearon que se venía un corralito como el que sufrimos sobre el final de la Alianza.
Sumémoslo a Hugo Moyano que anunció que el Presidente Macri “está por rajarse”.
Hay más, pero ni la pena valen.
Son igual de irresponsables que los que a través de las redes sociales convocan a saqueos de comercios y supermercados.
Algunos pequeños focos de este tipo nos permitieron ver, como siempre, que los actores cargaban con vino y con algún electrodoméstico.
Evidentemente hambre no tenían porque no ha de ser fácil comerse un televisor.
La Ministra Carolina Stanley y la Gobernadora María Eugenia Vidal ya han tomado los recaudos para atender las necesidades reales de la gente en merenderos y comedores populares.
Lo otro será atendido por otro mostrador, porque el necesitado es un actor de un reclamo legítimo y el otro es simplemente un delincuente.
El Gobierno está preparado para responder a las demandas legítimas.
No siempre ha sido así.
Y sería bueno que los pretendidos pescadores furtivos de hoy se acuerden de lo que fue el 10 de diciembre de 2013.
Se produjo ese día una serie de saqueos en distintas provincias del País.
Hubo no menos de 8 muertos y mientras todo ocurría la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner sacudía sus caderas al ritmo de “Aguante morocha” con Moria Casán y su hija en el palco festivo en la Plaza de Mayo.
Los que hoy convocan al caos son la tropa de una asociación ilícita que lucha por su libertad.
Es claro que hay libertades y libertades …
Una, la grande, es la que inspiró a San Martín.
Otra, que es esta, es la que se pierde cuando la Justicia sentencia el encierro en el calabozo.