La semana está terminando con una tragedia en una escuela del gran Buenos Aires donde una vez mas quedó demostrado que la corrupción y la desidia matan y esta vez una pérdida de gas que venía siendo denunciada y que supuestamente había sido reparada el día anterior, generó una explosión que se llevó la vida de la vicedirectora y un portero y por algunos minutos no se convirtió en una tragedia mucho mayor, ya que el hecho ocurrió poco antes que los alumnos ingresaran el edificio.
En primer orden el caso sirve para remarcar la importancia que tienen los consejos escolares, organismos destinados al mantenimiento de los edificios escolares como tarea fundamental y de la que en general no se ocupan tan debidamente como debieran y en muchos casos ni siquiera de manera cercana a ello. En segundo lugar, no debiera pasar por alto que el consejo escolar de Moreno, donde ocurrió este desgraciado suceso, está intervenido desde hace un tiempo por irregularidades serias detectadas en la administración del presupuesto alimentario de los comedores.
No es casual, vale reiterarlo.
Pero hay otro ejemplo que quedó claro este jueves a través de los medios que cubrieron casi en cadena el siniestro. Rápidamente llegaron al lugar los dirigentes gremiales de la Educación que mantienen una larga pulseada con el gobierno provincial (que insólitamente sigue sosteniendo una oferta de mejora salarial carente de seriedad alguna) con Roberto Baradel al frente, los que de inmediato y sin mucho recato adjudicaron toda la responsabilidad del caso a la gobernadora Vidal sin siquiera mencionar lo expresado del consejo escolar del distrito (de otro signo político, claro está) ni escalón mas bajo. Y claro también: lo que no sor-prendió a nadie es que automáticamente se declarara un paro general de docentes en la provincia para la víspera en repudio a lo ocurrido, que por supuesto es de una gravedad insoslayable.
Paro y manifestación sostuvo con la voz ronca el pelilargo dirigente. Y el ciudadano de pronto se da cuenta que en este país hace demasiado tiempo que todo se soluciona (una forma de decir) haciendo un paro. Paro para repudiar. Para para reclamar. Paro para recordar. Paro para adherir a los que paran.
Lo único que no sabe de huelga es el paro.
No hay país en el mundo que se asemeje a la argentina. Miremos por un instante a todos los países de la región: solo Brasil con una muy fuerte presencia sindical (Lula llegó a la presidencia desde el gremialismo) suele realizar alguna medida de fuerza de estas características. De vez en cuando. Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador etc. etc, por no irnos al primer mundo no saben lo que es esta argentinidad al palo.
Tal es la exageración que no hay ley que le ponga límites a este descalabro: ya las conciliaciones obligatorias que la ley establece no son acatadas por casi nadie.
De tal modo que aquello que pudiera parecer de acuerdo a tantas medidas de fuerza y que es que todo está mal aquí y por ello tantos reclamos llega a invertirse y resulta mas tentador pensar al revés: estamos tan mal entre otras cosas porque lo que menos hacemos es trabajar, al menos desde el criterio de los representantes de los trabajadores.
Volviendo a la tragedia de la escuela es válido repetir la gravedad del episodio. Pero bien pudo servir para organizar una jornada bien elaborada en la que cada escuela de la provincia detallara un minucioso informe de sus inconvenientes edilicios y de servicios y se llegara por los canales correspondientes a quienes tie-nen la responsabilidad mayor en el gobierno para dar-le urgencia a la solución de los mismos. Podrían ha-berse imaginado un montón de cosas mas para hallarle un sentido mas útil a las vidas sesgadas por este nuevo hecho inexplicable de la argentina actual.
Pero no. Paro general por 24 horas.
Quienes somos portadores de varias décadas de vida arrastramos los anuncios de estos paros de principios de la década del ´60 cuando se llevaron puesto al gobierno del Dr. Frondizi en nombre de contratos pe-troleros, pero en realidad lo hicieron porque el presidente no les había cumplido a los compañeros algunas supuestas promesas de campaña. Y con esa caí-da, el país comenzó una serie interminable de tropiezos y caídas que desembocó en la mas trágica de ellas en marzo de 1976.
Cayó la democracia pero no el virus. Apenas retornada la misma, el primer gobierno encabezado pro el Dr. Alfonsín recibió paros generales en almácigos. Y con mayor o menor volumen, según el signo que gobierne, los sindicalistas se sienten mas importantes cuanto mas daño sean capaces de generar.
Y de aquella época del gobierno desarrollista hasta el presente el país pasó de ser un integrante importante del planeta tierra a esta vagón de cola que está entre los cinco países con mas inflación del mundo, entre los mas retrógrados en ingreso por habitante, educación, distribución de la riqueza, etc. etc.-
Pero los paros no paran.
Es muy usual por estos tiempos, escuchar a los actuales opositores a este gobierno (al que mencionamos por tocarle este turno, no porque se procure defenderlo de algo) hacer la siguiente pregunta: ¿Mencione una cuestión dónde este gobierno haya beneficiado a la gente? Expresan y se quedan mirando fijo esperando respuesta.
A ellos y a todo el resto le tomamos la metodología: Digannos un solo aspecto en donde se advierta el beneficio de los paros y las soluciones que han acarreado al país?.-
En general debemos aceptar como una respuesta que a los dirigentes gremiales en general no les ha ido mal en lo personal de esta forma. Se puede ampliar esa mejoría a su entorno familiar y un poquito mas allá.
Al resto: Qué?
Seguramente nada les agradará esta columna a los afectados (que tienen como en todos los rubros sus excepciones y diferentes) y es muy probable que sientan deseos de reaccionar contra esta: adherimos a ese deseo con un solo reparo: que no ordenen un paro de lectores. A otra forma de protesta, sin paro, nos sumamos desde ya.
(Editorial publicada en la edición del Semanario TIEMPO de Ranchos del 04 de agosto de 2018)