Los argentinos que somos bastante proclives a no asumir responsabilidades de ninguna índole solemos darles mucha importancia a la suerte y a la casualidad como factores que finalmente deciden el resultado o el final de cuestiones sin atender demasiado las verdaderas causas y razones que han llevado a ese final. Vale en tal sentido observar lo ocurrido en las últimas dos semanas en nuestro distrito y con nuestra policía.
El sábado pasado ocupamos la portada de este medio con un título principalísimo y una amplia cobertura de sucesos desgraciados, cuanto menos, de efectivos de la policía ocurridos casi en cadena en las horas previas La publicación, que sucedió a una extensa entre-vista radial al Subsecretario de Seguridad, no fue en modo alguno el disparador de un tema oculto, sino todo lo contrario: reflejó lo que expresaba ya por entonces la sociedad toda por todos los medios a su alcance: enojo, desconfianza y reclamo de medidas que modifiquen lo que la mayoría de los vecinos observan cotidianamente en el accionar de los efectivos de la fuerza.
En ese contexto, aparecen los que, fieles a lo dicho en el primer párrafo, consideran que casualmente o producto de una mala suerte adversa, el mismo fin de semana que esto se publicó, ocurrieron dos episodios que vinieron a convertirse en la gota que colmó el vaso: un robo en un comercio a una cuadra de la sede central de la misma fuerza y lo peor: un escándalo mayúsculo amplificado y difundido por las redes sociales por uno de los propios protagonistas, pareja de una agente de la fuerza (y ex miembro de la fuerza hasta hace poco) y haciendo público una aparente relación privada de su propia pareja con otro integrante de la Policía y que se llevaba adelante durante el ejercicio de sus tareas y usando, siempre al decir de esta publicación y ratificada luego en sede policial con denuncias, los elementos, los horarios y el espacio de trabajo de la propia institución.
¡Qué mala suerte!
Esto suele decirse en estos casos. O la alternativa de la casualidad.
Para quienes confiamos mucho mas en la causalidad que en la suerte, es mucho mas convincente creer que comprendimos bien el sentir de nuestra gente cuando decidimos el tema central a abordar hace una semana. Acorde a ese reconocimiento que nos honra del premio Caduceo al medio «con mayor inserción en su comunidad de la provincia de Buenos Aires» que posa en nuestras vitrinas.
Y es que en materia policial venimos mal y si las alertas que se encienden desde muchos sectores de la sociedad no son atendidas y quienes tienen la responsabilidad de corregir, modificar y en otros casos prevenir, siguen lejos de lo que exige el momento, aquello de acabar mal se cumplirá inexorablemente y no será ni mala suerte ni casualidad.
Es cierto que en todos los casos, los implicados en todos los hechos son efectivos jóvenes surgidos de una generación de efectivos que en muchos casos fueron promovidos tras cursos de apenas algunos meses y en academias armadas un tanto a las apuradas para dar respuestas políticas a la creciente inseguridad que azota al Gran Buenos Aires y la provincia.
«Es que son jóvenes y no todos entienden que son policías mas allá del uniforme y sus horarios» dijo este lunes el titular local de la fuerza. «A todos los hemos sancionado» agregó, pero solo para detallar que salvo en el caso de unos de esos agentes que tras «llevarse» sin pasar por caja algo de un comercio, el resto solo fue derivado a los destacamentos del distrito que forman parte de la misma fuerza y son comandados por el mismo comisario. «Yo nos los quiero mas trabajando conmigo» dijo en esa nota el jefe sobre los desplazados a Loma Verde y Villanueva.
¿Será qué no ha comprendido que ambos destacamentos son parte del mismo distrito y de su propia jurisdicción?. Pero tampoco ha salido el funcionario municipal de seguridad a aclarar esto, lo que debe asumirse como que no se entera de lo que afirman públicamente los jefes policiales o decide mirar para otro lado.
Vale destacar que además del caso en el comercio citado, un accidente insólito que rompió un patrullero, ocurrió la violenta represión que sufrió un vecino en un control de tránsito en la entrada a la ciudad al que terminaron golpeando y arrastrando esposado a la misma comisaría.
Que el pasado fin de semana, haya estado en juego el arma reglamentaria de una agente denunciada como el elemento con el que la pareja jugó a las amenazas cruzadas, señala mas allá de la veracidad de las mismas que estamos ante riesgos extremos.
Es evidente que el tiempo de la mala suerte y las casualidades con el accionar interno y externo de la fuerza se acabó y es imperioso comprender que hay causas y razones que han generado los mismos y que de no imponer cambios drásticos y contundentes urgentes tampoco será casualidad las consecuencias que generará.
No son menores los riesgos. Son muchos los casos. No son claras las conductas y las señales de los responsables.
Urge atender esta cuestión. No hacerlo adecuadamente será de lamentar.
Y no será ni casualidad ni mala suerte.
(Editorial publicada en la edición del Semanario TIEMPO de Ranchos de 23-06-2018)