La situación económica y fundamentalmente la política en la Argentina actual es de una gravedad que parece no bien dimensionada por ciertos comunicadores, en algunos casos por un optimismo difícil de justificar, en otros por cierta profilaxis social y en otros claramente por una simpatía partidaria que les obstruye parcialmente la visión de la realidad.
Junto con ellos, están los que se ubican en el otro extremo desde el inicio mismo de la gestión del actual gobierno al punto de convertirse en pocos creíbles ante la sociedad, aún cuando en muchos casos ahora expresen un pronóstico bastante mas ajustado a lo que pasa.
En tales circunstancias, el gobierno se debate entre exponer la cruda verdad que nos azota y el consejo de quienes siguen insistiendo que sembrando pesimismo se agrava la situación y que por lo tanto hay que seguir inflando globos.
Sin dudas que si en algo la argentina y los dirigentes argentinos tienen experiencia es en crisis que se manifiestan en lo económico pero que tocan los cimientos políticos como ocurre ahora. Con una regularidad que no debiera ser obviada, la Argentina cada períodos cercanos a los diez años padece una crisis que hasta ahora siempre se terminó arreglando mas o menos de la misma (y aparentemente única) manera: devaluación violenta bajo diferentes modalidades.
La quita de algunos ceros a la moneda. El cambio de la misma. La dolarización, el lanzamiento de pseudos monedas como en el 2002 o directamente la devaluación del peso como en 2003 o el cepo en 2013.
Todos diferentes collares de un mismo perro.
En todos los casos, previamente se agotaron todas las vías de endeudamiento interno y externo, la emisión de moneda hasta que la inflación carcomió a las clases menos pudientes y se llevó la presión tributaria a los mas altos índices tolerables.
Lo mas llamativo y dramático de esta secuencia es que con algunos matices diferentes esto le pasó a todos los signos políticos que han pasado por el gobierno en los últimos cincuenta años. A tal punto ha sido así, que son varios los ministros de economía que dejaron estampados en la historia sus apellidos por haber sido los responsables de esos programas de emergencia y salvataje. Rodrigo, Cavallo, Remes y Kicillof (con su cepo) son recordados en gobiernos de signo peronista (Cavallo con dos camisetas diferentes) que terminaron mas o menos así. Sorrowille, Machinea y el propio Cavallo con gobiernos de signo radical, todo esto para no recordar algún ministro de facto como Martinez de Hoz.
Esto demuestra a las claras que mas allá de «las grandes diferencias ideológicas» que vociferan entre los que se di-cen «progresistas, de centro izquierda, peronistas y afines» y los llamados «neoliberales, de centro derecha etc. etc.» en los resultados no son tan diferentes y pareciera que solo tienen modos distintos de «vender» sus fracasos.
La raíz del verdadero mal no pareciera pasar en la Argentina por lo ideológico. Pero hay una batalla cultural, una guerra de concientización, que ha llevado a la generación de la llamada grieta que es el mejor socio que tiene esta deformación de la realidad y falsa vidriera de la misma.
En la Argentina el mayor obstáculo para salir alguna vez de esta cíclica repetición de procesos es la ausencia de la verdad y el imperio de los relatos.
De uno y otro lado.
Relato que fue fílmico y de alcance casi religioso porque se convirtió en causa de Fe en los años del gobierno anterior. Relato que con menos épica adoran y difunden los militantes del gobierno actual.
En este contexto, no hay ninguna razón para creer que el final termine siendo diferente a los anteriores. LAMENTABLEMENTE.
La argentina en las verdaderas causas de su decadencia sigue siendo la misma desde hace muchos años. En nada difiere la del gobierno de Raúl Alfonsín y los paros de Ubaldini, y las movilizaciones y la lucha en la calle a la de la crisis De la Rua/ Duhalde, los enfrentamientos gremiales del gobierno de Cristina (cuando aflojaron un poco en 4 años de Néstor Kirchner casualmente el país creció) que no de-ben olvidarse fueron permanentes y los que arrecian contra el gobierno actual desde sus primeros días.
La permanente vigencia de organizaciones «que luchan por derechos y reivindicaciones». Que generalmente consiguen en la letra de normas y leyes. Que no se pueden cumplir en la practica. Porque un país que no puede asistir a darle alimentación básica a sus criaturas, ni salud ni educación MIENTE cuando aprueba que cumplirá con otros derechos adquiridos por los ciudadanos de mucha menor importancia que comer.
Pero seguimos siendo el país «de avanzada» en cambios culturales. Se mueren los niños por desnutrición, pero estamos cambiando el idioma y ya decimos «les disputades», «les maestres» etc. etc.-
No tenemos camas, ni hospitales, ni remedios oncológicos, ni atención debida para los abuelos, pero hemos dado un paso histórico en la legalización del aborto que supuestamente dispondrá de la salud pública para atender lo que la prevención responsable de mujeres y hombres debiera procurar para evitar muertes y asesinatos de mujeres y niños por nacer.
Tenemos la mas variada combinación de problemas mas similares a los que azotan a países como Uganda, pero discutimos y legislamos como si fuéramos Suiza.
Se mueren cientos de chicos de hambre y hacemos campañas de cómo cuidar a nuestras mascotas. Chocan ante la vista distraída de todos, los perritos que marchan en brazos de sus enamorados propietarios a vacunarlos o a la peluquería, pasando al lado de niños que tiritando de frío piden una moneda o limpian un parabrisas en una esquina.
La sociedad argentina esta fuera de sintonía hace mucho tiempo. Y eso ha sido y es producto de estrategias y campañas debidamente organizadas por los verdaderos dueños del Poder que actúan en las sombras de los que aparecen «ocupando» el poder que es otra cosa. Y ellos son los que digitan y programan estas grandes batallas «de pensamiento» que terminan en las grietas. NADA HAY MAS UTIL PARA ESTOS GENIOS DEL MAL QUE UNA SOCIEDAD ENTRETENIDA EN LA PELEA DE LOS K Y LOS MACRISTAS por solo citar una.
Fondo Monetario si o Fondo Monetario No.
Ventiseis veces recurrimos al Fondo. Y no se salva nadie de ello, empezando por el peronismo que pidió nueve créditos.
Todos han hecho las mismas cosas. Privatizar y estatizar. Volver a privatizar y volver a estatizar. Y siempre acompañado de un discurso en el que resaltan las convicciones que tienen al hacerlo.
Una argentina donde trabajan seis o siete millones y cobran del estado diecinueve no la sostiene ni el liberalismo, ni el socialismo. Ni Marx ni Smith. ¿De qué ideología discutimos entonces?.- Una sociedad que no tiene reglas mínimas ni orden mínimo para garantizar la circulación en sus calles, no existe ni en Estados Unidos, ni en Rusia, ni en Suiza ni en Cuba. ¿De qué modelos discutimos entonces?.
Una argentina que grita a viva voz que no hay trabajo, y hay miles y hasta millones sumados de bolivianos, peruanos, paraguayos, chilenos, colombianos, venezolanos trabajan-do en todas las actividades y profesiones y en muchos casos consiguiendo trabajo dos días después de ingresar al país marca otra discusión «inventada».
Es que no queremos darnos cuenta que en esta nación nacida al amparo de una Constitución cuya primera parte habla claramente de Obligaciones y Derechos, hace muchos años que todos reclaman derechos, los gobernantes se jactan de otorgar derechos, los que militan y se manifiestan piden mas derechos. Y no hay una sola organización que reclame por nuestras obligaciones ni hay un solo gobierno que comience a hacerlas cumplir.
Cuando aflojemos con tantos derechos e impongamos el cumplimiento de esas obligaciones empezaremos a dar vuelta la historia.
Y muchos de esos derechos comenzaran a ser algo mas que una letra en algún papel.
(Editorial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 16 de Junio de 2018)