Por Héctor Ricardo Olivera
El País, como la vida misma, tiene sus luces y sus sombras, sus vaivenes y sus lógicas consecuencias en la vida de cada uno.
La Historia y el presente pueden ser, en este sentido, una inacabable biblioteca con sus estantes plenos de notas en favor de cada una de ambas direcciones de marcha.
De esos anaqueles nos alimentamos cada uno para elaborar ideas, confirmar o modificar posturas y procurar encontrar justificaciones para sostener tanto críticas como elogios.
En estos días la Argentina se encuentra en las vísperas de una fecha que marcará un firme paso adelante en su evolución como sociedad democrática.
Ocurre que el miércoles próximo, si nada extraño interfiere la marcha, la Cámara de Diputados de la Nación sesionará para tratar el proyecto de interrupción del embarazo.
El tema es naturalmente conflictivo y sensible razón por lo que se ha desarrollado un largo turno de exposiciones en favor y en contra por parte de especialistas, pensadores y ciudadanos comunes ávidos de tomar partido y fundamentar sus posiciones.
Este trámite seguramente ha servido para que los representantes del pueblo conozcan detalles que les permitan definir su posición.
Hay que destacar que el aborto atraviesa horizontalmente a todos los bloques lo que de por sí anticipa que nos encontraremos con una votación que los números anuncian como pareja pero que además no responderá a la identificación de cada Partido sino a la postura individual de cada miembro de la Cámara.
Quizás lo que primero merece ser destacado es la actitud democrática del Presidente Macri que abrió la posibilidad del debate, cosa que jamás antes había ocurrido, y anticipó que no ejercerá su derecho de veto no obstante declarar su postura personal contraria a la despenalización del aborto.
Es un dato destacable porque muestra que la modernidad y el avance racional de la sociedad no es de modo alguno propiedad de los que arbitrariamente se calzan el sayo de progresistas.
Los mensajes de los muchos expositores dieron para todo.
Naturalmente que hay sectores que se encierran legítimamente en sus dogmas y no tan legítimamente pretenden imponerlos a toda la sociedad.
El caso más típico es el de la Iglesia, de la que no puede esperarse sino la más firme oposición al proyecto.
Nadie puede negarle su derecho aunque sí hay que reiterar que este es un Estado laico donde vivimos ciudadanos libres que podemos y debemos expresar nuestras convicciones fuera del ámbito cerrado de una religión.
Para peor, la actual partidización de la religión católica en favor del Peronismo de la mano del Papa ha teñido de política menor a muchas de las expresiones.
Quizás la más exagerada corrió por cuenta del cura al que le dicen “Pepe” que se atrevió a decir que el aborto es un proyecto impulsado por el Fondo Monetario Internacional, ( FMI).
Es del grupo que antes de la última elección sacó un documento diciendo que “no es de cristianos votar a Macri”.
Lo cierto es que más allá de los que pensamos que la legalización del aborto es inobjetable y de los que piensan lo contrario, lo importante es coincidir que su tratamiento por los Diputados de la Nación es un verdadero paso adelante de nuestra República Democrática laica
Solo habrá que esperar el resultado y, si corresponde, su tratamiento en el Senado.
Bueno será que se eviten desbordes por parte de ese feminismo con bigotes de un lado y los extremos conservadores del otro y aceptemos el resultado, sea el que sea.
Junto a este paso adelante de la sociedad estamos reviviendo un paso atrás lamentable y peligroso.
La burocracia sindical ha puesto en marcha sus prácticas mafiosas y violentas intentando generar un estado de tensión que ya ha demostrado sus dolorosas consecuencias.
Lo mismo hace una parte del sindicalismo empresarial con lo que se conforma un cóctel peligroso.
La unidad en la acción desestabilizante ya la sufrieron los Gobiernos de don Arturo Illia y Raúl Alfonsín.
Todos debemos estar atentos para no tropezar nuevamente con la misma piedra.
Nadie puede negar la situación económica y social que golpea a muchos argentinos.
Pero tampoco nadie puede caer en la trampa solo urdida desde uno y otro lado para sostener privilegios y engordar bolsillos propios.
En fin.
Así se escribe la Historia.
Los pasos adelante y atrás no deben sacarnos de la ruta democrática que hemos elegido para ser República.