La cadena nacional de radio y televisión es un elemento fundamental cuando desde el Gobierno se necesita comunicar un asunto importante a toda la sociedad.
El arribo inmediato de la información a todo el País puede significar un aporte fundamental para mantener adecuadamente informada a la población de acontecimientos que atiendan el interés de todos.
En estos tiempos se ha banalizado el uso de la cadena, que es como un martilleo soporífero que se mete en las casas de todos como las moscas, el olor de una quema o el ruido de una tormenta.
Pasa esto porque la utilización de este recurso se ah puesto al servicio de una adicción presidencial con lo que ha perdido su sentido original.
El miércoles último, de sopetón, apareció la Presidenta con un discurso innecesario.
Durante interminables 16 minutos se dedicó a contar números de los elementos provistos por el Gobierno Nacional a los afectados en las inundaciones que sufrieron principalmente La Plata y en menor medida Berissso y Ensenada.
La sucesión de cifras de frazadas, colchones, solicitudes totales presentadas, solicitudes rechazadas, montos de subsidios, listas de créditos, detalles de alimentos y otros rubros imposibles de citar para evitar el aburrimiento que produjo el discurso pareció no tener sentido.
En verdad no fue así.
Los que pudieron soportar la monotonía sin dormirse han advertido, seguramente, el verdadero objetivo de la actuación presidencial.
En medio de la catarata desordenada de números la real significación del mensaje se concentró en la frase “fue una tragedia pero también la desidia o la falta de políticas activas para prever situaciones de esta naturaleza en las respectivas jurisdicciones”.
El mensaje para el titular del Gobierno de la Provincia es más que claro.
La Señora habla de las “respectivas jurisdicciones” como si estuviera refiriéndose a localidades de Turkmenistán.
En el cerco del terror en que se ha encerrado no hay uno que se atreva a decirle que La Plata, Berisso y Ensenada quedan en la Provincia de Buenos Aires, una de las 24 jurisdicciones del País de cuya conducción ella es la responsable.
Si hubiera un valiente debería contarle que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires también murieron argentinos por causa de las lluvias.
Con una particular disfonía que parece agregarle un tono dramático y compungido pidió que se limpien desagües pluviales y cloacales.
Por último, para completar la manifiesta intencionalidad política, se refirió a las desinteligencias en el rubro de la cantidad de víctimas fatales.
Solicitó entonces que se abandonen las “patéticas miserabilidades”.
Tiene razón, pero más la tendría si las abandonara ella primero para dar el ejemplo.
No otra cosa puede ser dicho de un Gobierno Nacional que sabe contar frazadas pero no sabe contar cadáveres.
Tanto micrófono lleva a todos al precipicio.
Y si no, recordemos su voz y su sonrisa burlona cuando en abril del año pasado contaba que un amigo le había dicho a Máximo que comprara dólares a $ 4,80, que era la cotización de ese momento.
“¿Qué estará haciendo con los dólares?” se preguntaba entonces con cara de festejar un gol.
Hoy se lo podemos decir: los está vendiendo a $ 10,00 o está esperando que llegue a $ 15,00.
Para anular cualquier acusación de plagio, digo que el título de la presente está inspirado en un renglón de “El hombre mediocre” de José Ingenieros que dice “cállate, o di algo mejor que el silencio”.
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