Por Héctor Ricardo Olivera
Habitualmente se dice que en Argentina nadie puedes soportar un archivo.
Posiblemente sea cierto, pero precisamente por eso es necesario iniciar la tarea que evite que los archivos puedan ser una pesada carga que alguna vez sirva para señalar desvíos no corregidos en su momento.
Es que somos, realmente, una sociedad contradictoria, amiga de fijar posiciones irreversibles que luego se cambian con la facilidad y frecuencia con que nos cambiamos una camisa.
Por estos días hemos vivido dos situaciones anómalas que no pueden pasar de largo si es que efectivamente, como todos deseamos, el Gobierno de “Cambiemos” ha venido precisamente a cambiar nuestras habituales desmemorias e indiferencias.
El ex Ministro de la Corte de Justicia de la Nación, Eugenio Raúl Zaffaroni, ha dicho en una nota radial que espera que el Gobierno del Presidente Macri se vaya lo antes posible para que no haga tanto daño.
Transformado en un pobre puntero político kirchnerista avanzó agregando palabras de claro sentido destituyente.
Este tipo fue nombrado Juez de la Nación por el dictador Jorge Rafael Videla y juró por el Estatuto de la dictadura.
Ya lo había hecho en 1969 en San Luis cuando juró por el Estatuto de la Revolución Argentina de Onganía que había derrocado al Gobierno democrático del Dr. Arturo Illia.
En funciones durante el proceso recibió 127 casos de habeas corpus por desapariciones y no atendió ninguna.
Alguna vez dijo que se enteró de la desaparición de personas en el exterior en 1978 pero volvió y siguió siendo Juez.
Es el promotor de la teoría abolicionista del Derecho Penal.
Así es que, créase o no, sentenció que el robo de un automóvil en la calle no era tal sino una “apropiación indebida” porque el auto era una cosa que alguien había dejado abandonada contra el cordón de la vereda.
Peor aún, aclaró que en un caso de sexo oral de una niña de 8 años no había violación porque no hubo acceso carnal y como no había luz la pequeña no debía haberse impresionado demasiado.
Hay más.
Propietario de varios departamentos se descubrió que ellos eran alquilados para prácticas prostibularias, tarea a cargo de su amigo de la intimidad y, sin dudas, un cercano y cariñoso colaborador.
Propuesto por el Gobierno de la señora de Kirchner es hoy miembro de la Comisión Internacional de Derechos Humanos, (CIDH), ORGANISMO SUPERIOR QUE VELA POR LAS PAUTAS ESTABLECIDAS EN EL Pacto de San José de Costa Rica.
Es más que evidente que un personaje de esta laya no puede ser miembro que nos represente en un organismo internacional.
El otro acto reñido con la República corrió por cuenta del Ministro de Trabajo de la Nación, Jorge Triaca.
El funcionario maltrató a una empleada doméstica suya y el destrato tomó estado público.
La situación sin dudas inadecuada podría ser motivo de un reproche, pero lo peor es que esa doméstica, Sandra Heredia, fue nombrada por Triaca en la intervención del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos, (SOMU) para sumar un sueldo al que el Ministro le pagaba por su tarea en su casa.
La información se completó con otros nombramientos de parientes y amigos del funcionario.
El Jefe de Gabinete salió a bancarlo, pero se equivoca y junto con él el Presidente.
Triaca debe ser separado de su cargo porque si no estamos repitiendo las peores prácticas que supuestamente se han venido a desplazar.
De la misma manera que advertimos que los sindicalistas patoteros no han comprendido que la sociedad ya no es la misma que la de comienzo de sus largos reinados el Gobierno debe advertir que el apoyo de la gente en las urnas se debió a la convicción de que “Cambiemos” es un salto de calidad institucional que vino a dejar definitivamente atrás el acomodo y el uso personal del poder sin importar calidades ni cualidades.
Zaffaroni y Triaca deben correr la misma suerte.
Por caminos diferentes deben llegar a igual destino.
Uno es un descarado que se suma a los golpistas.
Debería renunciar pero es poco probable por sus mismas condiciones de carencia de principios.
Es el Gobierno el que debe requerir su expulsión.
El otro es un equivocado que no puede seguir siendo parte de un Gobierno que recibió el apoyo de la gente precisamente por enarbolar las banderas de la ética y la moral republicanas.
Para no perder lo ganado y poder seguir por la senda de la reparación, es de esperar una reacción sebera que ponga las cosas en orden.