Por Héctor Ricardo Olivera
La construcción de la Democracia requiere de cada uno de nosotros una activa participación según las responsabilidades de cada quien.
Los que ocupan cargos jerárquicos tienen, obviamente, responsabilidades mayores que los que solo somos ciudadanos de a pié.
Pero es importante comprender que nadie está exento de la tarea.
Nunca ni en ningún lado ha sido fácil.
Menos aún en un País como el nuestro, donde el último gobierno no peronista que terminó su mandato fue el de Marcelo Torcuato de Alvear en 1928.
El golpe militar de Uriburu el 6 de setiembre de 1930 en el estribo de cuyo auto iba un joven oficial llamado Juan Domingo Perón puso en marcha un proceso de inestabilidad no superado.
La fuerza política organizada por Perón nació alimentada por los amoríos ideológicos con el fascismo y desde entonces le cuesta horrores comprender que las elecciones le pueden resultar adversas.
Por eso cuando esto ocurre se sienten despojados de la fantasía que los imagina dueños eternos del poder.
Se pone así en marcha la idea totalitaria de destruir al otro a cualquier precio.
Violencia, acuerdos con sectores militares y corporaciones económicas o lo que sea les sirve como herramienta de desestabilización.
Como dentro del movimiento caben todos, (López Rega y la triple A hasta Firmenich arrimándose a Massera), nunca es fácil gobernar para quien se sienta ajeno a la “tribu compañera”.
Esto está pasando hoy en Argentina.
La irrupción de “Cambiemos” ha descolocado a quienes se sienten por naturaleza eternos moradores del Poder.
El cambio se torna más brusco cuando venimos de una docena de años de un relato mentiroso que creyó sus propias mentiras e imaginó que la eternidad sería su seguro de impunidad.
Presos varios y varios más que han de estar se vuelven violentos creyendo que esa es la única forma de sobrevivir.
Las graves jornadas vividas en los intentos de tomar el Congreso son, así, un resultado casi lógico de esta concepción política.
Los grupos tradicionales de la izquierda local, minoritaria pero agresiva, se encontraron en el centro de la escena por el apareamiento del kirchnerismo.
Como los ejemplos siempre vienen de arriba, lo de la plaza fue grave pero aún mayor fue la conducta irresponsable de la dirigencia sentada en las bancas.
Los Diputados de Sergio Massa se quitaron la camiseta y volvieron a su reducto originario.
Por eso se lo vio a Facundo Moyano abrazando a Kisillof con más entusiasmo que si estuviera abrazando a Nicole Newman.
El descalabro ha llegado a tanto que el liderazgo de la insurrección ha sido asumido por un personaje siniestro de la política, el hoy fanático peronista Leopoldo Moreau.
Puedo hablar en primera persona porque lo conozco desde hace unos 55 años.
No me extraña, por ello, su conducta.
Es un ser despreciable que tuvo la capacidad de mimetizarse con Raúl Alfonsín y cambiar ahora de vereda sin la mínima cuota de vergüenza.
Algunos estuvimos siempre frente a él, pero siempre se las ingenió para durar.
Ha de ser un hueso duro de roer, pero roíble, porque los cambios que estamos viviendo terminarán por sacar de la cancha a los que, como él, aspiran a la sola meta conservadora de apoltronarse en la inmoralidad y la desfachatez.
Obviamente que no es el único, y habrá que estar alerta para abortar eventuales reproducciones.
Como esta columna llega a todo el País y algunos lectores del exterior, me permito contar algo ocurrido acá en Chascomús que muestra un botón más de la cuenta moroísta.
Un concejal de “Cambiemos” se autoproclamó candidato a la Presidencia del Concejo Deliberante de sopetón y sin ponerse colorado.
Con los 5 votos del camporismo más los 5 del massimno que acá gobierna y el suyo propio accedió al cargo.
Los 5 concejales restantes de “Cambiemos” votaron por la negativa.
El personaje está enrolado en el grupo del ex candidato a Presidente, ex candidato a Gobernador y finalmente ex diputado Ricardo Alfonsín.
Son estas las imperfecciones de la Democracia que debemos superar.
Hay que hacerlo respetando las normas básicas que determinan que la libertad y el respeto deben comprender aún a quienes no son democráticos.
Hacerlo de otro modo sería como comerse al caníbal.
El desafío necesita de todos.
Nota del autor: ¡Feliz Navidad!