Casi con la misma rigurosa periodicidad que la Argentina registra históricamente de un siglo a esta parte, otra tragedia se ha producido dejando el saldo de vidas argentinas truncadas en un luctuoso y aún lleno de interrogantes hundimiento de un submarino.
Naturalmente que las características del siniestro han movilizado a la sociedad de manera inusual. Pero no debemos perder de vista esta aseveración: ha sido mas llamativa la forma del accidente que la pérdida de 44 vidas confirmadas por la Armada y el propio ministro de Defensa,
Es que no todos los días, ni todos los meses, ni todos los años naufraga un submarino en el mundo. Y vale decirlo: El hundimiento del submarino, la escasa y confusa información que se fue brindando del caso, el «in crescendo» de la cobertura por la incertidumbre del final del caso, sumaron una atención excepcional.
Y esto debe contextualizarse en que en la Argentina un siniestro que cueste 44 vidas no una cosa tan anormal. Mucho mas de esa cifra mueren por día en las rutas del país en accidentes viales. La muerte es noticia todos los días en la comisión de delitos. En accidentes callejeros y con bastante asiduidad estos «accidentes» que como bien dice la premisa, si son de los que se pueden evitar entonces no son precisamente accidentes.
La Argentina que ha naturalizado lo que no es natural como cultura.
La que nos hace «lamentablemente» diferentes en el mundo. Al menos en el mundo civilizado al que pretendemos pertenecer.
Es tan grosera, violenta, maleducada, irrespetuosa e insolente la convivencia en casi todos los niveles de la sociedad, que la muerte pasa a ser casi una consecuencia natural del diario vivir.
La discusión de una pareja lleva a la muerte. El robo a un matrimonio de ancianos termina en muerte. La entradera de motochorros termina en muerte.
Pero también terminan en muertes meras discusiones de dos automovilistas. O un mozo que se lleva mal con el cocinero en su trabajo. Y hasta criaturas recién nacidas muertas por sus propios padres.
Nada asombra en esta argentina de nosotros. Ni que vuele una ciudad en una explosión de un depósito de armas. Ni el incendio de un boliche plagado de irregularidades en la ciudad de Buenos Aires. Ni una delegación entera de estudiantes en el micro de su viaje de egresados. Ni en un accidente de un tren que no frena.
Nada asombra. Ya ni sirven para que se cambie algo.
Claro, en un submarino es mas raro. Y por lo tanto mas curioso. Por las formas, no por el costo en vidas.
Y aquí es donde procuramos detenernos: como los gobiernos en todas partes se parecen mucho al pueblo que gobiernan, no debiera llamar tanto la atención la forma en que el gobierno nacional ha conducido el proceso de comunicación al mundo sobre la evolución de la malograda búsqueda, infructuosa en todo sentido hasta hoy.
En una sociedad que levanta su voz al advertir que «nos están mintiendo» lo que evidentemente en alguna medida ocurrió, pero que se enfurece con quien le dice la verdad (nada fue tan rechazado y condenado como los que se atrevieron a decir «lamentablemente no hay vida en el submarino» o «están todos muer-tos»), quedan pocas alternativas.
Es como si hubiera un ruego que implore: «Mentime pero que no me de cuenta».
Ante ello el gobierno ha estado a la altura de las circunstancias. De estas circunstancias comentadas.
Silencios. Verdades luego desmentidas por el mismo vocero. Contradicciones. Y una evidente conducta evasiva del gobierno nacional.
Nadie puede justificar que ante tamaño acontecimiento que movilizó equipamientos y fuerzas de 14 países del mundo que vinieron en ayuda, no haya habido una sola cadena nacional, medio establecido para que el gobierno nacional comunique a todo el país noticias que requieren precisión, seriedad y tener la autoridad de las mas alta investidura.
Pasamos de la Argentina que tenía un gobierno que usaba la cadena nacional solamente «per jodere» a un programa de tinte opositor que no le gustaba a otro gobierno que ignora esa obligación y parece convencido que si algo tiene que decir lo hace por Twiter.
El ministro de Defensa decidió hablar por primera vez recién esta semana. Y en lugar de emitir un comunicado oficial u ofrecer una conferencia de prensa abierta a todos los medios nacionales e internacionales, eligió un programa de cable y mas allá de su prestigioso conductor, también eligió el funcionario con quien hablar.
En esto, como en muchas cosas lamentablemente, el gobierno que llegó para cambiar casi todo, cada día se parece mas al anterior y sus métodos.
Aquél usaba la TV estatal hasta convertirla en la TV del partido. Este elige, con algo mas de prolijidad, con quien hablar, cuando hablar y sobre que hablar.
No es el primer examen que en materia de comunicación desaprueba el gobierno nacional. Pero en este caso, la gravedad exigía mayor celo. Seguramente fueron demasiados los errores que llevaron al trágico final del submarino San Juan para sumarle mas errores en los momentos de informar a un mundo que aún sigue observando atónito que el mismísimo presidente de la nación aún no haya emitido palabra alguna sobre el caso.
Si esto no es naturalizar hasta lo mas extraordinario entonces nada es natural. En el preciso momento en que se daba la mas dura de las novedades en torno al submarino, el presidente hablaba por casi todos los medios de su asunción en la presidencia del grupo de países poderosos denominado G20.
Seguramente algunos opinarán que fue una radiografía del presidente Macri. Que su verdadero interés está puesto en cuestiones económicas y sobre todo en lo que se dice macroeconomía, aún en medio de un drama social.
Pensar que esto es así produce escalofríos. Pero mas grave es constatar que «los gobiernos siempre se parecen a sus pueblos». Y nadie, absolutamente nadie puede decir que la gran mayoría de la sociedad nacional se planta ante las tragedias como debiera hacerlo una sociedad madura y culturalmente rica.
Lo bárbaro nos pasa todos los días. A la vista de todos. Y no nos queda ni la capacidad de asombro. «¿Te vas a asustar por esto. Con todo lo que pasa?» suele ser la respuesta que conduce a la indiferencia.
Por eso, lo llamativo. Lo curioso fue que se hundiera y aún no se encuentre un submarino. Que mueran trágicamente 44 argentinos ……. eso no sorprende. Pasa todos los días.
(Editotial publicada en la edición de TIEMPO de Ranchos del sábado 02 de Diciembre de 2017)