Por Héctor Ricardo Olivera
El acto democrático de elegir es sublime, porque pone en nuestras manos la posibilidad de definir qué y cómo queremos ser como sociedad.
Tendientes como somos a la ligereza de opinión y a la presunta indiferencia a la hora de asumir responsabilidades, parecería que la jornada eleccionaria no fuera valorada en su total dimensión.
Este dato se contradice con el alto porcentaje de votantes que habitualmente concurren a las urnas, lo que desmiente la tal indiferencia y nos muestra interesados en hacer oír nuestra voz ciudadana.
El bombardeo televisivo, oral y escrito a que estamos siendo sometidos por estos días puede llamar a confusión y hartazgo, pero sin dudas no han de menguar las colas frente a las mesas en las escuelas.
Esta vez la elección nos pone ante opciones que plantean modelos alternativos realmente diferentes, lo que por un lado facilita elegir la preferencia pero por el otro nos carga de la tremenda responsabilidad de optar con coraje y convicción republicana.
Haciendo un resumen básico, las alternativas serían sólo tres.
La izquierda, en sus distintas variantes, que como siempre formula con la certeza de un feligrés su programa anti sistema que no cambia aquí pese a que ha cambiado el Mundo.
Otra oferta se enrola en el Peronismo que muestra su eterna flexibilidad para construir y destruir agrupaciones alimentadas siempre por apetencias personales apoyadas en su pretensión movimientista donde hay lugar para todos los que estén dispuestos a decir que sí a lo que mande el poderoso de turno.
La preponderancia de esta concepción política es evidente porque desde el Coronel Perón hasta ahora son muchos los que han pasado vestidos con la misma ropa aunque con ideas y métodos absolutamente contrapuestos.
La figura más representativa de hoy es la ex Presidenta, que ha construido un sello, Unidad Ciudadana, en cuyo nombre anta por la vía intentando algo que camina rumbo a un destino incierto.
Lo más claro es que necesita fueros parlamentarios, que sin dudas obtendrá, con lo que se imagina escapará de las rejas.
El mandato de un Senador es de 6 años, que sumados a los 64 que tiene de edad le permitirán alcanzar los 70 que habilitan la prisión domiciliaria.
Esa es la meta, aunque tartamudeando haciéndose una señora educada, (que no le sale), diga otras cosas.
El mismo Peronismo presenta otras dos vertientes, la de Massa y la de Randazo
Masa es un vendedor de humo que vive la angustia de ser y ya no ser.
Dice “laburante” en vez de trabajador,”viejo” en vez de padre, “guita” en vez de dinero y con ello se sueña nacional y popular.
La enganchó a Margarita, que inexplicablemente mordió la carnada pero ya está organizando su vuelta al redil.
Randazo es, desde un punto de vista principista, más puro.
Igualmente ambos están contaminados por el virus kirchnerista al que supieron servir calladitos y diciendo amén.
La otra alternativa, “Cambiemos”, ha venido para decirnos que otra manera de hacer política es posible.
Por eso están presos ex funcionarios y mafiosos sindicales.
Solo hace falta saber si nosotros seremos capaces de participar de un cambio de paradigmas que nos aleje del populismo autoritario y nos haga protagonistas de la construcción de una República Democrática.
No será fácil ni rápido.
Pero será posible en la medida de nuestro compromiso, que, vale aclararlo, no será incondicional.
La casa nueva a construir entre todos tendrá las imperfecciones propias de nuestra condición humana.
Pero la diferencia estriba en que habrá capacidad de autocrítica, restauración del orden y la normalidad perdida.
¿Seremos capaces?
Claro que sí, porque la buena gente siempre tiene una mano tendida para hacer el bien y otra cerrada y con el puño listo a golpear al que intente apropiarse de lo ajeno.